El Tesoro de la Amistad



Era una vez un niño llamado Lucas que decidió jugar a ser un explorador y, mientras corría por la playa, se adentró tanto en el mar que terminó varado en una isla pequeña y deshabitada. Al principio, todo parecía divertido, pero con el pasar del tiempo, Lucas se dio cuenta de que realmente no podía salir de allí por sí mismo.

Un día, mientras recolectaba cocos para comer, vio a lo lejos un barco en problemas. Se acercó a la orilla y se asomó, viendo cómo el barco comenzaba a hundirse y de él saltaba un niño, que también se encontraba atrapado en una situación muy complicada. Lucas miró más de cerca y descubrió que el otro niño, llamado Tomás, era el responsable de que el barco estuviera en esa situación; había estado jugando con los controles, imaginando que era un capitán.

Lucas sintió una mezcla de emociones: la curiosidad por conocer a Tomás, la tristeza de verlo en problemas y la preocupación por su propio destino.

Con el corazón palpitante, Lucas gritó desde la orilla:

- ¡Hola! ¿Estás bien? ¿Necesitás ayuda?

Tomás, empapado y asustado, levantó la vista y, al ver a Lucas, se sintió un poco aliviado, pero también avergonzado.

- No sé qué hacer. Todo esto comenzó como un juego. Ahora estoy atrapado en este mar.

Lucas recordó cómo se había sentido al llegar a la isla, y decidió que no podía dejar a otro niño pasar por lo mismo.

- No te preocupes. Yo estuve varado aquí mucho tiempo y sé cómo hacer una balsa. Podemos trabajar juntos.

Los dos chicos comenzaron a recolectar ramas y hojas de palma para construir una balsa. Mientras trabajaban, Lucas le preguntó a Tomás:

- ¿Por qué jugaste con el barco?

- ¡Porque quería ser un capitán! Siempre quise navegar por el mar y encontrar tesoros.

- A veces, los juegos pueden salir mal. Hay que ser responsables, especialmente cuando se trata de cosas grandes como un barco.

- Tienes razón. Me dejé llevar por la emoción.

Mientras construían la balsa, Lucas y Tomás comenzaron a hablar sobre sus sueños y los errores que habían cometido. La amistad comenzaba a florecer entre ellos, a pesar de las circunstancias difíciles.

- Lucas, ¿creés que podremos salir de aquí?

- Claro, pero necesitamos trabajar juntos. Si te ves en un problema, debemos ayudar y no dejar que el miedo nos paralice.

Con el pasar de las horas, lograron construir una balsa suficientemente resistente, y justo cuando el sol comenzaba a ponerse, ambos decidieron intentar navegar hacia la libertad.

Remando con todas sus fuerzas, la balsa avanzaba despacito, pero seguro. Sin embargo, de repente, una ola muy grande se acercó y casi los hace volcar.

- ¡Agárrate fuerte! - gritó Lucas, mientras ambos luchaban por mantener el equilibrio.

Lograron recuperar la estabilidad, pero se dieron cuenta de que la situación se estaba complicando. Algunas ramas de la balsa empezaron a romperse y Tomás miró a Lucas con miedo.

- ¡Esto puede no funcionar! ¡Debo volver a la isla!

- No, Tomás. No podemos rendirnos. Vamos a ser inteligentes. Si una parte se rompe, arreglémosla y luchemos por salir de aquí.

Ambos trabajaron de nuevo, reforzando la balsa con lo que encontraban, a pesar de que la noche comenzaba a caer y el mar se veía más peligroso.

Finalmente, después de un largo esfuerzo, lograron arreglar la balsa y rentar hacia la dirección de la costa. Cuando la primera luz del sol salió, vieron tierra y con gran emoción comenzaron a remar más rápido.

Cuando llegaron a la playa, sintieron una gran sensación de triunfo. Se abrazaron emocionados.

- Lo logramos, Lucas. ¡Lo logramos!

- Claro que sí, Tomás. Somos un gran equipo. Siempre que trabajemos juntos, podemos superar cualquier cosa. Aprendí que la amistad y el trabajo en equipo son como un tesoro que siempre debemos cuidar.

Desde ese día, Lucas y Tomás se convirtieron en mejores amigos, siempre recordando la lección de no jugar con lo desconocido y de la importancia de ayudarse mutuamente. Juntos, decidieron que sus próximas aventuras serían mucho más responsables, celebrando siempre la amistad que habían forjado en medio de la adversidad.

Y así, el tesoro que encontraron no fue oro ni joyas, sino una gran amistad llena de aprendizaje y risas, donde cada día era una nueva aventura.

FIN.

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