El Tesoro de la Amistad
Era un día soleado en la ciudad de Colibrí, y El Primo y Frank estaban emocionados. Habían escuchado rumores sobre un tesoro escondido en una isla lejana y decidieron emprender una aventura en barco. Con mucho esfuerzo, construyeron el barco más colorido que se pueda imaginar: pintado de azul celeste con rayas amarillas.
"¡Mirá qué lindo que quedó!" - dijo El Primo, haciendo un gesto de orgullo.
"Sí, solo falta llenarlo de provisiones y podemos zarpar" - respondió Frank, alzando los brazos al cielo.
Después de llenar el barco de comida y agua, surcaron el mar con entusiasmo. Sin embargo, tras unas horas de navegación, una gran ola sorprendió a la embarcación.
"¡Cuidado!" - gritó El Primo, agarrándose del borde.
El barco dio un fuerte golpe y, de repente, se rompió en mil pedazos, arrojando a El Primo y Frank al agua. Al salir a la superficie, vieron cómo el barco se hundía rápidamente.
"¡Frank! ¡Estás bien!" - preguntó El Primo, con la voz entrecortada.
"Sí, pero estamos separados. ¡Necesito llegar a la isla!" - contestó Frank, nadando a toda velocidad.
Mientras cada uno intentaba alcanzar la isla por su cuenta, empezaron a notar que el mar estaba lleno de obstáculos. Por un lado, había algas, y por el otro, rocas afiladas.
A pesar de la situación, ambos recordaron lo que habían aprendido sobre la importancia de la colaboración. Cada uno gritó un consejo al otro:
"¡Frank, usa las algas para hacerte una balsa!" - sugirió El Primo.
"¡Y vos, usa las ramas de la orilla para hacer un refugio cuando llegues!" - respondió Frank, mientras recogía las algas.
Después de un rato, ambos lograron improvisar sus propias soluciones. Frank se usó las algas para construir una balsa, mientras que El Primo juntó ramas y hojas para hacer un refugio en la isla.
Una vez que llegaron a la isla, los dos estaban agotados, pero felices de haber sobrevivido. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no podrían encontrar el tesoro sin ayuda.
"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó El Primo, algo preocupado.
"Debemos buscar el tesoro juntos. No podemos hacerlo solos" - contestó Frank, apoyando su mano en el hombro de su amigo.
Ambos se pusieron a investigar y después de mucho buscar, encontraron un mapa antiguo escondido entre las piedras. Sorprendidos por el hallazgo, se dieron cuenta de que siguiendo las pistas del mapa, podrían llegar al tesoro.
Mientras caminaban, tuvieron que superar varios retos: cruzar un río, escalar un cerro y resolver acertijos. Cada vez que uno se sentía cansado, el otro lo animaba:
"¡Solo falta un poco más, amigo!" - decía El Primo, saltando de alegría.
Finalmente, llegaron a una cueva misteriosa donde, según el mapa, se encontraba el tesoro. Con increíble emoción, empujaron una piedra grande a un lado y descubrieron un cofre lleno de monedas de chocolate y joyas de papel.
"¡Lo encontramos!" - gritaron al unísono, riendo y abrazándose.
Mientras disfrutaban de su tesoro, El Primo y Frank se dieron cuenta de que la verdadera riqueza de su aventura no eran las monedas o las joyas... sino la amistad que habían cultivado a lo largo del camino.
"¿Sabés qué? El verdadero tesoro era que aprendimos a trabajar juntos" - dijo El Primo, mirando a su amigo con una sonrisa.
"Sí, y también que no importa qué obstáculos enfrentemos, si estamos juntos, siempre encontraremos una solución" - agregó Frank, asintiendo con la cabeza.
Y así, El Primo y Frank regresaron a Colibrí, no solo con un cofre de dulces, sino con un corazón lleno de lecciones sobre la amistad y el trabajo en equipo. Desde entonces, siempre recordaron que lo más importante de cualquier aventura es compartirla con quienes más quieres.
FIN.