El Tesoro de la Amistad



En una ciudad bulliciosa, en un pequeño departamento, vivía un niño llamado Leo. Todos los días, después de la escuela, Leo regresaba a casa con su tortuga, Tortuga, que siempre seguía su ritmo lento pero seguro. Leo no tenía amigos con quienes jugar, por lo que se sentía muy solo.

Un día, al caminar por el parque, vio a unos chicos jugando al fútbol y divirtiéndose. Leo miró con envidia, y en un momento de desesperación, se le ocurrió una idea.

"Tortuga, ¿y si robamos la pelota de esos chicos para que así nos dejen jugar?" - dijo Leo.

"Pero Leo, robar no está bien. La amistad no se consigue de esa manera" - respondió Tortuga con su voz suave y sabia.

Leo, ignorando las advertencias de su tortuga, decidió que era el único camino hacia la diversión. En la próxima tarde, con la ayuda de Tortuga, se acercaron sigilosamente al grupo de chicos y, en un descuido, tomaron la pelota y se alejaron riendo.

Con la pelota en su poder, Leo se sintió emocionado, pero, al mismo tiempo, una sensación de culpabilidad comenzó a invadirlo.

"No sé si esto fue lo correcto, Tortuga.

- “Te lo dije, Leo, esto no es lo que buscás. La verdadera diversión no llega robando” - contestó Tortuga.

Aquella noche, mientras Leo miraba la pelota, comenzó a pensar en lo mal que había hecho. La alegría de haberla conseguido no duró mucho.

- “¿Qué harás con la pelota, Leo? ” - preguntó Tortuga.

- “No sé… Tal vez debamos devolverla, pero ¿cómo? Ellos nunca querrán ser mis amigos después de esto.”

Al día siguiente, Leo y Tortuga decidieron llevar la pelota de vuelta. Se acercaron a los chicos que estaban jugando en el parque. Leo, nervioso, dio un paso adelante.

- “Eh, chicos, esto es de ustedes. La tomé prestada sin preguntar y lo siento mucho.”

Los chicos se miraron entre sí, sorprendidos. Sin embargo, uno de ellos, llamado Tomás, se acercó y dijo:

- “Está bien, pero no se roba si se quiere jugar con nosotros. ¿Te gustaría unirte? ”

Leo se sintió aliviado, pero la chispa de la amistad empezó a iluminársele en el corazón.

- “¿De verdad? ¿Quieren que me una a ustedes? ” - preguntó Leo, emocionado.

- “Claro, pero solo si prometés que no volverás a robar” - añadió Tomás, sonriendo.

Leo sonrió y asintió con la cabeza.

- “Prometido. No volveré a hacerlo, de verdad. Quiero ser un buen amigo.”

Entonces, comenzó a jugar con ellos. Los chicos compartieron juegos y risas, y pronto, Leo se sintió parte del grupo.

Tortuga, desde un rincón, observaba orgullosa a su amigo.

- “Ves, Leo, así es como se consigue la verdadera amistad: siendo honesto y generoso.”

Después de esa aventura, Leo no volvió a sentirse solo. Siempre recordaba la lección que aprendió con su amiga Tortuga: la amistad se construye con respeto y bondad. Y así, cada día, jugaban juntos al fútbol, compartiendo momentos llenos de alegría y risas.

Y nunca olvidaron aquel día en que el niño y su tortuga decidieron devolver una pelota, y así, encontraron el verdadero tesoro de la amistad.

FIN.

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