El Tesoro de la Amistad
Era un día soleado en el Parque de la Diversidad, donde los colores de las flores brillaban y los cantos de las aves alegraban el ambiente. Kiki, una pequeña conejita de pelaje suave, Kaka, un pato brincador de plumas amarillas, y Kuku, un curioso loro de vivos colores, se encontraban jugando en su lugar favorito.
"¡Vamos a construir el mejor castillo de arena del mundo!", exclamó Kiki con emoción.
"¡Sí! Pero necesitamos un espacio más grande", dijo Kaka mientras miraba el gran parque.
"Mirá, hay un lugar perfecto cerca del lago", sugirió Kuku alzando sus alas.
Los tres amigos corrieron hacia el lago y comenzaron a construir su sueño. Pero, mientras jugaban, notaron a un grupo de animales que observaba desde lejos.
"¿Por qué no vienen a jugar con nosotros?", preguntó Kiki.
Pero los animales solo se miraban entre ellos. Finalmente, un pequeño erizo se acercó y dijo:
"Nos gustaría, pero nos da miedo... a veces no nos sentimos aceptados. Siempre nos dicen que algo de nosotros no es correcto."
Kiki, Kaka y Kuku se miraron confundidos.
"Pero todos somos diferentes, y eso es lo que nos hace especiales", dijo Kuku.
"¡Sí! No queremos que sientan eso!", agregó Kaka.
"¡Vamos a demostrarles que aquí son bienvenidos!", propuso Kiki entusiasmada.
Los amigos decidieron organizar una gran fiesta en el parque, invitando a todos los animales sin importar su apariencia o habilidades. Comenzaron a colgar banderines de colores.
"Tendremos juegos, música y comida para todos", propuso Kaka mientras bailaba.
Mientras se preparaban, algunos animales seguían dudando.
"¿Los conejos y los patos nos querrán?", murmuro un pequeño ratón.
Kiki, al escuchar esto, dijo:
"¡Por supuesto! Cuanto más, mejor, ¡la diversión es para todos!"
Finalmente, el día de la fiesta llegó. Kiki, Kaka y Kuku estaban ansiosos. Cuando los animales llegaron, Kiki se acercó al erizo:
"¿Vas a unirte a nosotros? Hay un juego de carreras, ¡podemos competir juntos!"
El erizo sonrió tímido, pero luego aceptó. Todo era risas y juegos. Un pato negro se sumó, aunque al principio dudaba por su color.
"¿Te gustaría jugar al escondite?", le preguntó Kaka.
"¿De verdad me invitan?", replicó el pato con ojos brillantes.
"¡Claro!", respondió Kuku, haciendo una pirueta por los aires.
A medida que avanzaba el día, los animales se fueron integrando, llenando el parque de alegría y amistad. Era un verdadero espectáculo de diversidad.
De repente, se escuchó un grito. Un grupo de ranas había llegado, pero tenían una apariencia muy extraña.
"Son diferentes, no creo que quieran jugar con nosotros", dijeron algunos que se mantenían apartados.
"¡Eso es justo lo que hay que cambiar!", exclamó Kiki. "¡Vamos a invitarlas!"
Se eran muy alegres, pero cuando se acercaron, se dieron cuenta de que estaban asustadas.
"¿Pueden enojarse con nosotras porque somos diferentes?", preguntó una rana nerviosa.
"Nunca, hay lugar para todos aquí", dijo Kuku, extendiendo su ala en señal de amistad.
Las ranas finalmente se unieron, y su sonido hizo eco por todo el parque. La fiesta continuó y todos los animales comenzaron a bailar juntos al ritmo de la música. La diversidad ardía en el ambiente.
Al final del día, Kiki, Kaka y Kuku miraron a su alrededor y se sintieron felices de haber unido a tantos amigos.
"¿Vieron? Las diferencias son como las piezas de un rompecabezas, ¡cuando se unen, forman una hermosa imagen!", reflexionó Kuku.
"Eso nunca lo olvidaremos", dijo Kaka, moviendo su cabeza.
Entonces, el erizo le sonrió a Kiki y Kaka:
"Gracias por ser nuestros amigos. Ahora sabemos que aquí siempre hay un lugar para nosotros."
"Y también para todos los demás", concluyó Kiki, dándole un abrazo al erizo.
La alegría en el Parque de la Diversidad continuó, y los animales aprendieron una lección valiosa sobre la aceptación. Desde aquel día, siempre se aseguraron de que cada nuevo amigo se sintiera bienvenido, haciendo de su hogar un espacio de amor y unidad, donde las diferencias hacen la belleza de la amistad.
FIN.