El Tesoro de la Amistad



En un pequeño y bullicioso barrio de Buenos Aires, cuatro amigos se encontraban cada tarde en el parque, donde los árboles se alzaban como gigantes y el sol iluminaba la laguna llena de patos. Marco, siempre amable y paciente, era quien ayudaba a sus amigos cuando se metían en algún lío. Lenin, el más sonriente y espontáneo, traía alegría y diversión a cada encuentro. Sebastián, un tanto impaciente y un poco desorganizado, de tanto en tanto resultaba ser el centro de las travesuras. Por último, estaba Isabel, quiensiempre tenía una mirada estricta y prefería escuchar más que hablar.

Una tarde, mientras jugaban a atrapar mariposas, Lenin tuvo una idea brillante.

"¡Chicos! ¿Y si buscamos un tesoro escondido? ¡Dicen que hay uno en el barrio!"

"¿Un tesoro?" - preguntó Sebastián, lleno de emoción. "¡Yo quiero más que nadie encontrarlo!"

"Yo creo que debemos buscarlo juntos, haciendo un plan" - dijo Isabel, con voz serena.

"Buenísimo, lo haremos al estilo de una gran aventura" - respondió Lenin, mientras hizo un gesto de un vaquero.

"¡Claro, yo seré el capitán!" - se entusiasmó Sebastián.

Planearon su búsqueda por días, pero el gran día llegó y, sin embargo, Sebastián no estaba con el mismo entusiasmo que al inicio.

"¿Por qué estamos tardando tanto?" - se quejó. "Ya perdí la cuenta de cuántas posiciones de mapa tienen que pasarnos antes de encontrar el tesoro. Tengo ganas de ir a buscarlo ahora!"

"Sebastián, hay que ser pacientes y seguir el mapa paso a paso" - recordó Marco, siempre servicial, insistiendo en la calma. "No te preocupes, el tesoro no se irá a ningún lado".

"Eso es cierto, pero tenemos que apurarnos" - dejó caer Sebastián, algo desalentado.

Después de unos minutos de discusión, Fernando el cartero pasó por delante de ellos y escuchó su charla.

"¿Buscan un tesoro, chicos?" - preguntó con curiosidad.

"Sí, don Fernando!" - exclamó Lenin. "Pero no estamos seguros de dónde buscar..."

"Bueno, a veces el tesoro no siempre está donde pensamos. A veces puede ser una lección lo que encontramos en el camino" - dijo Fernando mientras se alejaba.

"Eso suena interesante" - dijo Isabel, que normalmente callada, pareció reflexionar.

Se decidieron a tomar un descanso y buscar una solución. Marco, pacientesamente, sugirió que cada uno de ellos podía compartir su idea sobre qué podría ser el tesoro.

"El tesoro puede ser algo que descubramos, no solo un objeto brillante" - dijo él.

"¡Tal vez sea una aventura divertida!" - agregó Lenin, que siempre veía el lado bonito de las cosas.

"Yo no sé, si el tesoro no es algo físico, no tengo idea en qué buscar" - admitió Sebastián, cruzando los brazos.

"Lo que quiero es es oro...¡Si lo hay, no me voy sin él!" - insistió.

A medida que charlaban sobre lo que consideraban tesoros, Isabel hizo una propuesta.

"¿Y si en vez de buscar un tesoro, hacemos uno juntos? Como un regalo para el que lo encuentre. Puede ser algo simbólico, algo divertido".

"¡Genial!" - dijo Lenin, mientras saltaba de alegría. "Pero ¿qué podemos hacer?"

"Podemos buscar cosas que nos representen. Algo que nos identifique a cada uno" - sugirió Marco.

"Yo voy a hacer algo que me haga sentir fuerte y valiente, como un guerrero" - expresó Sebastián, olvidando su anterior frustración.

Entonces, pasaron la tarde juntando objetos. Marco trajo una piedra brillante que encontró en la laguna, Lenin una concha que había estado pintando con colores. Isabel, aunque callada, pensó en un pequeño dibujo del sol que había hecho y lo eligió como su tesoro. Sebastián, después de pensar mucho, encontró una pequeña figura de un caballero en forma de juguete que representaba su deseo de aventura.

"¡Ahora hay que enterrar nuestro tesoro!" - dijo Sebastián con impaciencia, y eso hicieron, riendo y charlando en medio de juegos y recuerdos.

Cuando finalmente terminaron y enterraron su creación, cada uno en su corazón se sintió más satisfecho que si hubieran encontrado un cofre de oro. Después de todo, habían aprendido que el verdadero tesoro era la amistad y lo que compartían juntos.

"Lo que hemos hecho es valioso, no por lo que es, sino por los momentos que construimos juntos" - reflexionó Marco.

"Es cierto, chicos, eso es lo mejor de nuestra búsqueda. La aventura que vivimos y lo que aprendimos" - asintió Isabel con una leve sonrisa.

"¡Sí, volvamos a buscar más aventuras juntos!" - exclamó Lenin.

"¡Yo estoy listo! No veo la hora de empezar la próxima!" - dijo Sebastián, ahora más entusiasta.

Y así, los cuatro amigos se fueron a jugar, habiendo descubierto que, a veces, la verdadera riqueza no se encuentra en el oro, sino en las conexiones que hacemos y la alegría de compartir momentos inolvidables.

Desde ese día, la búsqueda de tesoros se convirtió en una de sus actividades favoritas, siempre procurando encontrar lo mejor de cada uno y vivir nuevas aventuras en cada rincón del barrio, como unos verdaderos exploradores de la amistad.

FIN.

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