El Tesoro de la Amistad



En un pequeño pueblo de Argentina, vivían dos hermanitas, Ada e Iris, que eran inseparables. Cada día, después de terminar sus tareas, se sentaban bajo un frondoso árbol en el jardín de su casa y se dejaban llevar por su imaginación. Un día, mientras pintaban un gran mural de colores en la pared del patio, se les ocurrió que podrían buscar un tesoro escondido, un tesoro que representara todo lo que compartían.

"Ada, ¿y si encontramos un tesoro?" - sugirió Iris, con sus ojos brillando de emoción.

"¡Sí! Pero no uno de oro, ¡sino algo que represente nuestra amistad!" - respondió Ada, secándose la pintura de las manos.

Las dos comenzaron a cavar en el jardín, riendo y jugando. De repente, sus palas golpearon algo duro. Era una caja de madera, cubierta de tierra.

"¡Mirá, Iris! ¡Encontramos una caja!" - gritó Ada, mientras abrían con cuidado la tapa.

Dentro, encontraron cosas maravillosas: dibujos que habían hecho juntas, cartas de agradecimiento de sus padres por ser tan buenas hijas, y pequeñas notas que se habían escrito la una a la otra con palabras amables.

"¡Esto es más valioso que cualquier tesoro!" - dijo Iris, mirando los recuerdos con alegría. "Cada uno de estos momentos es un tesoro que guardaremos en nuestro corazón."

Las hermanitas decidieron que el verdadero tesoro era el tiempo que pasaban juntas y el amor que se tenían. Inspiradas por este descubrimiento, decidieron hacer algo creativo: crear un mural que contara la historia de su amistad.

Mientras pintaban, Ada le dijo a Iris:

"Me encanta cómo eres tan detallista y risueña. Cada día contigo es como un nuevo color en mi vida."

Iris sonrió y le respondió:

"Y a mí me encanta lo cariñosa y responsable que sos. ¡Eres la mejor hermana del mundo!"

Con cada brocha y cada risa, el mural iba tomando forma. Pintaron su árbol, la caja del tesoro y momentos felices compartidos, creando un hermoso recordatorio de su vínculo. Terminaron justo cuando el sol comenzaba a ocultarse.

"Este mural nos recordará siempre que el mayor tesoro que tenemos es nuestra amistad," - afirmó Iris.

"Sí, y cada día hacemos nuevos recuerdos que son más valiosos que todo el oro del mundo," - añadió Ada con una sonrisa.

De repente, sus padres aparecieron, sorprendidos por el mural.

"¡Es precioso! Están muy talentosas, chicas!" - se emocionaron, dándoles un abrazo.

Las niñas, contentas, leyeron en voz alta las cartas que habían escrito a lo largo del tiempo, agradeciendo a sus padres por su apoyo y amor. En ese instante, las palabras se convirtieron en un lazo que unía aún más a la familia.

"Nos encanta que nos dejen ser creativas y nos enseñen el valor de la amistad," - dijo Iris. "Ustedes son parte de nuestro tesoro."

Con lágrimas de alegría en los ojos, los padres les respondieron:

"Y ustedes son nuestro mayor logro. Gracias por ser quienes son."

Esa tarde, mientras el sol se ocultaba y el mural brillaba en el patio, las dos hermanas entendieron que el verdadero tesoro no se busca, sino que se vive y se celebra día a día en el amor, la amistad y los recuerdos.

FIN.

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