El Tesoro de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Fuentecia, vivían dos amigos inseparables: Lila, una niña curiosa y llena de energía, y Tomás, un niño tranquilo y pensativo que siempre llevaba consigo un libro de aventuras.
Un día, mientras paseaban por el bosque que rodeaba su pueblo, Lila encontró un viejo mapa escondido entre las hojas secas. "¡Mirá, Tomás!" -exclamó emocionada mientras sostenía el mapa con ambas manos. "Parece que lleva a un tesoro. ¿Querés buscarlo conmigo?" -le preguntó, con los ojos brillando.
Tomás, que era más cauteloso, miró el mapa con desconfianza. "¿Y si el tesoro no es lo que pensamos? Podría ser una trampa o algo peligroso..." -respondió, frunciendo el ceño. Sin embargo, al ver la emoción en el rostro de Lila, decidió unirse a la aventura.
El mapa los llevó a través de un sendero lleno de obstáculos. Tuvieron que cruzar un arroyo saltando de piedra en piedra y superar una colina empinada. En cada desafío, Lila recitaba con entusiasmo las instrucciones del mapa, mientras que Tomás pensaba cuidadosamente en la mejor forma de proceder.
Cuando llegaron a una cueva, se sintieron nerviosos, pero la curiosidad pudo más. "¿Crees que el tesoro está adentro?" -preguntó Lila, temblando un poco. "No lo sé, pero debemos ser valientes" -contestó Tomás.
La cueva estaba oscura y llena de ecos. De repente, un ruido extraño se oyó: "¿Quién anda ahí?" -gritó una voz desde dentro. Lila y Tomás se quedaron parados, inseguros. "Yo soy Lila y este es mi amigo Tomás. ¿Quién eres tú?" -dijo Lila, tratando de sonar valiente.
Desde la penumbra apareció un joven que se presentó como el Guardián del Tesoro. "Si quieren el tesoro, deben demostrar que saben lo que es la verdadera amistad. No se trata solo de riquezas materiales" -advirtió con una voz profunda.
Lila y Tomás, confundidos, se miraron. "Pero, ¿cómo podemos demostrar eso?" -preguntó Tomás.
El Guardián les indicó que debían cumplir tres desafíos: el desafío de la confianza, el desafío de la colaboración, y el desafío de la empatía.
Primero, en el desafío de la confianza, debían vendarse los ojos y dejarse guiar el uno al otro. "Confía en mí, Tomás" -dijo Lila, y él le respondió: "Voy a confiar en vos, Lila". Con cuidado, se guiaron mutuamente y lograron llegar al final del sendero sin tropezarse.
En la segunda prueba, debían armar un rompecabezas, pero cada uno sólo podía utilizar una mano. "Vamos, Lila, necesitamos trabajar juntos" -dijo Tomás, mientras ambos se esforzaban por encajar las piezas. Con risas y algunos errores, lograron completar la figura.
Por último, en el desafío de la empatía, se encontraron con un pequeño animal herido en el camino. Lila miró a Tomás y dijo: "Debemos ayudarlo. ¿Qué opinás?" "¡Sí!" -respondió él, y juntos cuidaron del pequeño bicho hasta que se sintió mejor y pudo irse volando.
Al finalizar los desafíos, el Guardián sonrió y les dijo: "Han demostrado que el verdadero tesoro es la amistad que comparten. Ustedes se apoyan, se cuidan y se entienden mutuamente. El tesoro que buscan no es oro o joyas, sino esa conexión que tienen".
En ese instante, el Guardián les mostró un cofre lleno de brillantes y coloridos cristales. "Tomen uno de cada tipo, como símbolo de su amistad. Los cristales representarán siempre la confianza, la colaboración y la empatía que han cultivado".
Lila y Tomás tomaron los cristales y, riendo, salieron de la cueva. frente a ellos había un hermoso arco iris que llenó el cielo. "¡Mirá, Lila!" -exclamó Tomás. "Esto es el verdadero tesoro de la amistad, ¡y es mucho más brillante que el oro!". Ambos sonrieron, sabiendo que se tenían el uno al otro, y eso era el mayor tesoro que podían encontrar.
Así, los dos amigos regresaron al pueblo, con el corazón lleno de alegría y el lindo recuerdo de su aventura, sabiendo que la verdadera amistad siempre brilla más que cualquier tesoro material.
FIN.