El Tesoro de la Amistad



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y el policía Pablo estaba en plena acción. Había recibido un llamado sobre un bandido que estaba intentando escapar. Con su uniforme reluciente y su determinación, Pablo salió corriendo por las calles, persiguiendo al ladrón.

Mientras corría, no se dio cuenta de que su billetera se había caído de su bolsillo. Después de mucho esfuerzo, logró atrapar al bandido, pero al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que no tenía su dinero. A medida que el sol subía en el cielo, Pablo comenzó a sentir hambre, y sus ojos se llenaron de tristeza.

- “Ay, ¿cómo voy a hacer para comer algo hoy? “, murmuró para sí mismo, sintiéndose un poco frustrado.

Mientras tanto, en una escuela cercana, un grupo de niños estaba disfrutando de su recreo. Entre risas y juegos, se dieron cuenta de que había algo raro.

- “Miren, miren. Ahí está el policía Pablo, parece que está triste.“, dijo Sofía, una niña de cabellos rizados.

- “¡Sí! Tal vez le pasó algo. ¿Deberíamos ir a hablarle? ”, sugirió Tomás, muy preocupado por su amigo.

Los niños decidieron acercarse. Cuando llegaron a donde estaba Pablo, lo encontraron con una mueca de desánimo.

- “Hola, policía Pablo, ¿estás bien? “, preguntó Sofía con dulzura.

- “Hola, chicos. Es solo que perdí mi dinero y no tengo para comprarme algo de comer. Está todo bien, no se preocupen.“, respondió Pablo con una sonrisa forzada.

Los niños se miraron entre ellos, intrigados. Tomás tuvo una gran idea.

- “¿Y si juntamos un poco de dinero y te invitamos a desayunar? ¡Hoy es el Día del Desayuno Solidario! “, propuso emocionado.

Los demás niños asintieron, entusiasmados con la idea. Rápidamente, comenzaron a sacar monedas de sus mochilas.

- “Yo tengo mil pesos”, dijo Lucía, muy orgullosa de su contribución.

- “Y yo tengo quinientos”, agregó Mateo, mientras se le iluminaban los ojos.

Pablo se quedó sorprendido por la bondad de los niños.

- “No, chicos, eso no es necesario, yo estoy bien.“, dijo, intentando rechazar la oferta.

- “Pero nosotros queremos ayudarte, es lo que hacemos en la escuela, ayudamos a los amigos, ¿o no? “, insistió Sofía con determinación.

Los niños se acercaron y juntaron el dinero que habían recolectado, que al final sumaba un total de dos mil pesos. Pablo se dio cuenta de lo generosos que eran y no pudo evitar sentirse agradecido.

- “Está bien, chicos. Si realmente quieren ayudarme, voy a aceptar su invitación, pero solo para hoy. ¿Qué les parece un desayuno en la esquina? “, sonrió Pablo, sintiéndose más feliz.

Los niños dieron saltos de alegría mientras se dirigían a la tienda de la esquina. Allí, el dueño, al ver a Pablo y los niños felices, decidió regalarles un rico desayuno de masas y jugo.

- “Esto es un regalo de la comunidad. Siempre hay que ayudar a quien lo necesita”, dijo mientras les servía.

Los niños y Pablo compartieron risas, historias y un delicioso desayuno. Desde ese día, Pablo se convirtió en el “policía amigo” de la escuela. Siempre venía a visitarlos durante el recreo y, en cada encuentro, los niños le ofrecían alguna merienda para compartir.

Y así, un simple incidente de pérdida se convirtió en una hermosa amistad, donde niños y un policía aprendieron el verdadero valor de la solidaridad y la generosidad. Como le decía Pablo a los chicos:

- “La vida te puede quitar muchas cosas, pero siempre puedes encontrar amigos que estén dispuestos a ayudarte.“

Y así, cada vez que los niños veían a Pablo, recordaban que, más que ser un policía, era un tesoro de amistad en su comunidad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!