El Tesoro de la Amistad



En una isla lejana, un pirata llamado Patán navegaba en búsqueda del tesoro más grande del mundo. Un día, durante una tormenta, su barco chocó contra una roca y se hundió. Patán logró llegar a la orilla, pero se dio cuenta de que estaba solo. Mientras miraba al mar, un brillo llamó su atención.

"¡Qué raro!" pensó Patán, acercándose. Allí estaba un robot llamado Robi, que había sido olvidado en la isla por un grupo de exploradores.

"-Hola, humano. Estoy programado para ayudar. ¿Qué necesitas?" -dijo Robi, moviendo sus brazos metálicos.

"-Busco un tesoro, pero no tengo un mapa," -respondió el pirata.

"-No te preocupes, yo puedo calcular la dirección. Me encantaría ayudarte," -propuso Robi con entusiasmo.

Juntos, comenzaron su búsqueda. Pero, pronto se dieron cuenta de que la isla estaba llena de trampas. Cuando llegaron a un viejo árbol con una cruz tallada, Patán exclamó:

"-¡Ahí debe estar el tesoro! Pero, ¡cuidado! Hay piedras sueltas aquí."

"-¡Yo puedo despejarlas!" -dijo Robi, empezando a mover las piedras. Sin embargo, cuando quitó la última, un viento frío sopló, y de repente, apareció un fantasma amistoso llamado Fantasío.

"-Hola, viajeros. No temas, soy Fantasío, guardián del tesoro," -dijo el fantasma, con una voz suave y risueña. "-Para encontrarlo, deben responder a una pregunta."

Patán y Robi se miraron intrigados.

"-¿Cuál es el verdadero tesoro de la vida?" -preguntó Fantasío.

"-¿El oro?" -aventuró Patán.

"-¿Las joyas?" -sugirió Robi.

"-No," -respondió Fantasío, riendo. "-El verdadero tesoro es la amistad."

Patán y Robi reflexionaron. El pirata recordó cómo habían trabajado juntos y cómo se habían ayudado mutuo.

"-Tienes razón, Fantasío. La amistad es nuestra mayor riqueza," -dijo Patán.

El fantasma sonrió. "-¡Correcto! Y así, el tesoro se revela. ¡Miren detrás de ese arbusto!"

Ellos se acercaron y encontraron un cofre lleno de dulces.

"-Este tesoro es para compartir," -dijo Fantasío. "-Celebra con quienes son tus amigos."

Entonces, Robi y Patán se miraron y decidieron que no solo compartirían los dulces, sino que también serían amigos para siempre. Mientras el sol se ponía, se sentaron a disfrutar de su tesoro, felices de haber aprendido la lección más valiosa de todas.

"-¡Gracias, Fantasío!" -gritaron juntos. El fantasma sonrió y se desvaneció en un destello de luces, sabiendo que había cumplido su misión.

Y así, Patán el pirata y Robi el robot vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que el verdadero tesoro es la amistad.

FIN.

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