El Tesoro de la Amistad
Érase una vez, en un pequeño barrio de Argentina, dos niños llamados Lucas y Sofía. Ambos tenían un amor desmedido por los juguetes. Mientras otros niños jugaban juntos en el parque, ellos estaban en casa, soñando con tener cada juguete que veían en la televisión.
"¿Viste ese robot gigante que salió? ¡Es increíble!" - dijo Lucas.
"Sí, pero yo prefiero la muñeca que puede hablar. ¡Quiero todo!" - respondió Sofía, con los ojos brillando de emoción.
Decididos a conseguir más y más juguetes, idearon un plan. Al día siguiente, buscaban siempre en las tiendas, y empezaron a acumular una gran colección. Pero mientras llenaban sus habitaciones de juguetes, comenzaron a notar algo extraño: sus amigos ya no los visitaban, y en el parque había menos niños jugando.
Un día, Lucas y Sofía decidieron salir a mostrar sus juguetes nuevos. Al llegar al parque, se dieron cuenta de que sólo quedaban algunos niños sentados, mirando con tristeza.
"¿Por qué no están jugando?" - preguntó Sofía, confundida.
"No tenemos juguetes... ustedes tienen todos los nuevos y nosotros nos hemos quedado sin nada para jugar" - respondió Tomás, un niño de su barrio.
Lucas y Sofía se miraron, sintiendo un nudo en el estómago. Se dieron cuenta de que su deseo de tener más cosas había dejado a otros sin diversión. Esa misma tarde, decidieron actuar.
"¡Vamos a hacer algo!" - dijo Lucas.
"¿Qué?" - preguntó Sofía intrigada.
"Podemos compartir nuestros juguetes. Así todos podrán jugar juntos y nadie se sentirá solo" - sugirió Lucas.
Sofía asintió, emocionada. Juntos decidieron organizar una fiesta para que todos los niños del barrio vinieran a jugar. Pasaron días preparando la invitación.
El día del gran evento, decoraron su jardín con globos de colores y colocaron mantas en el suelo. Sofía sacó todos sus juguetes, desde las muñecas hasta los juegos de mesa, mientras que Lucas armó un espacio para su colección de carritos. Cuando los niños del barrio llegaron, la sorpresa fue enorme.
"¡Guau, miren todo lo que tienen!" - exclamó Valentina, admirando cada rincón.
"¡Podemos jugar juntos!" - gritaron todos al unísono.
La tarde se llenó de risas y juegos. Cada niño, sin importar si era grande o pequeño, tuvo la oportunidad de jugar con algo nuevo. El patio de Lucas y Sofía se convirtió en un verdadero parque de diversiones.
Al final del día, se sentaron todos juntos, cansados pero felices.
"Gracias por compartir, chicos. No se siente tan bien jugar solo" - dijo Matías, sonriendo.
"Nosotros nos dimos cuenta de que tener muchos juguetes no significa que seamos felices. La felicidad está en compartir y jugar con amigos" - explicó Sofía.
Desde entonces, Lucas y Sofía decidieron que siempre organizarían días de juegos. Aprendieron que la verdadera alegría venía de compartir y que, al hacerlo, crearon lazos de amistad más fuertes que cualquier juguete.
Y así, el barrio volvió a llenarse de risas y juegos, cada niño disfrutando de la alegría de ser parte del mismo equipo. La historia de Lucas y Sofía se convirtió en un ejemplo de generosidad y amistad que nunca olvidarían.
Y colorín Colorado, este cuento se ha acabado, pero el valor de la amistad y el compartir siempre seguirá con ellos.
FIN.