El tesoro de la amistad en la cueva mágica
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos nenas llamadas Lola y Sofía, quienes eran las mejores amigas desde que comenzaron la escuela. Ambas tenían 7 años y siempre estaban juntas, compartiendo risas y aventuras.
Un día, cuando llegaron a la escuela, notaron que había un nuevo niño en su clase. Se llamaba Tomás y era muy tímido. Tenía dificultades para hacer amigos porque era nuevo en el pueblo.
Lola y Sofía se dieron cuenta de esto y decidieron acercarse a él. - ¡Hola! ¿Eres nuevo aquí? - preguntó Lola con una sonrisa amigable. - Sí... soy Tomás - respondió tímidamente.
Las dos nenas le dieron la bienvenida y lo invitaron a jugar con ellas durante el recreo. Desde ese momento, los tres se volvieron inseparables. Juntos exploraban el patio de la escuela, trepaban árboles e inventaban historias fantásticas.
Un día, mientras jugaban cerca de un viejo roble del patio de la escuela, vieron algo brillante entre las ramas más altas del árbol. Era una llave dorada colgando de una rama. - ¡Miren lo que encontré! - exclamó Sofía emocionada.
- ¿Qué creen que pueda abrir? - preguntó Tomás curioso. Los tres amigos comenzaron a buscar por toda la escuela cualquier cosa que pudiera ser abierta con esa llave misteriosa.
Pero no tuvieron éxito hasta que llegaron al salón de arte donde encontraron un antiguo baúl cubierto de polvo. - ¡Estoy seguro de que esta llave abre el baúl! - dijo Lola emocionada.
Con mucho cuidado, insertaron la llave en la cerradura y, para su sorpresa, ¡el baúl se abrió revelando un mapa del tesoro! - ¡Tenemos que encontrar ese tesoro! - exclamó Tomás entusiasmado. Decidieron seguir el mapa, siguiendo las indicaciones. Se adentraron en el bosque detrás de la escuela y siguieron los caminos marcados en el papel hasta llegar a una cueva escondida.
- ¿Creen que el tesoro esté aquí? - preguntó Sofía con expectación. - Solo hay una forma de averiguarlo - respondió Lola valientemente. Entraron a la cueva con cautela y descubrieron un cofre lleno de monedas doradas y joyas brillantes.
Pero lo más importante no era el tesoro material, sino la amistad que habían forjado juntos durante esta aventura. Regresaron a la escuela con sus tesoros y decidieron compartirlos con todos sus compañeros.
Organizaron una feria benéfica donde vendieron las monedas doradas para recaudar fondos para mejorar su escuela. Gracias a su espíritu solidario y su valentía al hacer amigos nuevos, Lola, Sofía y Tomás se convirtieron en héroes entre sus compañeros.
Su historia inspiró a todos los niños del pueblo a ser amables y generosos unos con otros. Y así fue como estos tres amigos descubrieron que trabajar juntos, ayudarse mutuamente y ser valientes puede llevarnos a grandes aventuras e inolvidables amistades.
FIN.