El Tesoro de la Autenticidad


Había una vez en un barrio tranquilo, dos amigos llamados María y Carlos. Ellos vivían al lado de un hermoso parque donde solían jugar después de la escuela.

María era una niña alegre con rizos dorados y ojos brillantes, mientras que Carlos era un chico curioso con pecas en su rostro. Un día soleado, mientras se encontraban en el parque, vieron a un grupo de niños emocionados mostrando una tarjeta muy especial.

Intrigados, se acercaron para ver de qué se trataba. En la tarjeta estaba escrito: "¡Derecho a la identidad!". María y Carlos no entendían bien qué significaba eso, así que le preguntaron a los niños del grupo.

Uno de ellos les explicó que todos tenemos derecho a conocer quiénes somos, de dónde venimos y tener un nombre que nos represente. - ¿Y por qué es tan importante? -preguntó Carlos con curiosidad. - Porque nuestra identidad nos hace únicos e importantes.

Todos merecemos saber quiénes somos para poder crecer felices y seguros -respondió uno de los niños del grupo. María y Carlos reflexionaron sobre aquellas palabras mientras seguían jugando en el parque.

De repente, recordaron algo importante: ambos tenían apellidos diferentes porque habían sido adoptados cuando eran bebés. Nunca habían conocido a sus padres biológicos ni sabían mucho sobre su origen.

Esa noche, en casa, María le contó a sus padres sobre la tarjeta del derecho a la identidad que habían visto en el parque. Ellos comprendieron la inquietud de María y decidieron contarle toda la verdad sobre su adopción: cómo llegó a sus vidas y cuánto la amaban desde el primer momento en que la vieron.

Carlos también compartió sus dudas con su familia esa misma noche. Sus padres lo abrazaron con cariño y le explicaron que aunque no conociera a sus padres biológicos, él era parte fundamental de su familia y siempre lo sería sin importar qué.

Al día siguiente, María y Carlos volvieron al parque con una nueva perspectiva sobre el derecho a la identidad. Se sentían más seguros de sí mismos al saber que tenían todo el amor y apoyo de sus familias adoptivas.

Comprendieron que lo importante no era solo saber de dónde venimos, sino también sentirnos queridos y aceptados tal como somos.

Desde ese día en adelante, María y Carlos valoraron aún más su amistad y aprendieron juntos sobre las distintas formas en las que cada persona construye su identidad única. Descubrieron que ser ellos mismos era lo más valioso que tenían y se prometieron seguir creciendo juntos siendo fieles a quienes eran en realidad.

Así termina esta historia donde dos amigos aprendieron sobre el derecho fundamental a la identidad: conocerse a sí mismos para poder compartir lo mejor de ellos con el mundo entero.

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