El tesoro de la bondad


Había una vez un niño llamado José, quien se destacaba por ser cariñoso y amable con todos sus amigos.

Todos los días, al llegar a la escuela, saludaba a cada uno de ellos con una sonrisa y les preguntaba cómo estaban. Un día, mientras jugaban en el patio del colegio, José notó que su amigo Juanito estaba triste. Se acercó a él y le preguntó qué le ocurría.

Juanito le contó que había perdido su juguete favorito y estaba muy triste porque no sabía dónde encontrarlo. José pensó rápidamente en cómo podía ayudar a su amigo. Recordó que había visto a otro compañero jugar con un juguete similar hace unos días.

Sin perder tiempo, fue hasta donde estaba ese niño y le pidió si podía prestarle el juguete de Juanito por un rato. El niño accedió gustoso y José corrió hacia donde estaba Juanito para entregarle el juguete perdido.

La cara de sorpresa y alegría de su amigo fue indescriptible. Juanito abrazó fuertemente a José y le dio las gracias por tan hermoso gesto. A partir de ese día, la amistad entre José y Juanito se fortaleció aún más.

Compartían juegos, risas e historias juntos todos los días. Pero eso no era todo, ya que la actitud cariñosa de José comenzaba a contagiar al resto de sus amigos.

Un día, durante el recreo, Martita se tropezó mientras corría por el patio y se lastimó la rodilla. Todos los demás niños pasaron junto a ella sin detenerse siquiera a preguntarle si estaba bien. Pero José no pudo evitar su naturaleza amable y se acercó a Martita con una sonrisa.

- ¿Estás bien, Martita? ¿Necesitas ayuda? - le preguntó José preocupado. Martita, sorprendida por la atención de José, asintió con la cabeza y le pidió que fuera a buscar a la maestra.

Sin dudarlo ni un instante, José corrió hacia el salón de clases y regresó rápidamente con la maestra para ayudar a su amiga. Desde ese día, todos los niños comenzaron a seguir el ejemplo de José. Se hicieron más cariñosos y amables entre ellos.

La escuela se convirtió en un lugar lleno de risas, abrazos y apoyo mutuo. Los padres de los niños notaron este cambio positivo en sus hijos e incluso algunos comentaron lo felices que estaban al verlos tan unidos.

Todos reconocieron que era gracias al dulce corazón de José que habían aprendido la importancia de ser cariñosos y amables con los demás. Y así fue como José, con su actitud amorosa, logró transformar el ambiente en su escuela.

Su bondad se extendió más allá del patio escolar y llegó hasta sus hogares. Los niños aprendieron que ser amable no solo hace feliz a los demás, sino también nos hace sentir bien por dentro.

Y colorín colorado, esta historia sobre la importancia de ser cariñoso y amable ha terminado ¡pero nunca olvides llevar estos valores contigo!

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