El Tesoro de la Bondad


Había una vez en un pueblo llamado Villa Esperanza, dos niños muy curiosos y aventureros llamados Lucas y Sofía.

Un día, mientras jugaban en el bosque cercano, se adentraron más allá de los límites que sus padres les habían indicado.

A medida que avanzaban entre los árboles frondosos, notaron cómo el ambiente cambiaba a su alrededor: los rayos del sol filtrándose entre las hojas parecían pintar figuras brillantes en el suelo y una suave brisa llevaba consigo risas infantiles. "¡Lucas, mira eso!", exclamó Sofía señalando hacia adelante. Entre la vegetación descubrieron una cueva oculta cuya entrada estaba rodeada de flores resplandecientes. Sin pensarlo dos veces, decidieron entrar para explorar lo desconocido.

Al hacerlo, fueron recibidos por una luz cálida que iluminaba el lugar como si fuera mediodía. "¿Dónde estamos?", preguntó Lucas con asombro. En ese momento, un ser celestial apareció frente a ellos: era un ángel con alas doradas y ojos llenos de bondad.

"Bienvenidos al Bosque Encantado", dijo el ángel con voz melodiosa. "Soy vuestro guía enviado por Jesús para enseñarles sobre la importancia de la bondad y el amor". Lucas y Sofía se quedaron sin palabras ante tal revelación.

El ángel les explicó que en aquel lugar mágico debían superar diferentes pruebas que pondrían a prueba su generosidad y compasión hacia los demás. La primera prueba consistió en ayudar a un conejito herido que encontraron en su camino.

Con cuidado, curaron sus heridas y lo acompañaron hasta encontrar a su familia. La segunda prueba fue compartir su comida con unos pajaritos hambrientos que revoloteaban cerca de ellos.

Después de superar varias pruebas más, llegaron al corazón del bosque donde se encontraba El Tesoro de la Bondad y el Amor. Era una joya resplandeciente que emitía destellos dorados llenos de paz y armonía. "Este tesoro es para ustedes", anunció el ángel sonriendo.

"Han demostrado tener corazones nobles capaces de dar sin esperar nada a cambio". Lucas y Sofía tomaron la joya entre sus manos sintiendo una energía reconfortante invadir sus seres.

En ese instante comprendieron que la verdadera riqueza no reside en posesiones materiales sino en actos desinteresados de amor hacia quienes nos rodean. Al salir del Bosque Encantado, Lucas y Sofía regresaron al pueblo transformados por la experiencia vivida.

Desde entonces, se convirtieron en ejemplo de bondad para todos aquellos que cruzaban sus caminos, recordando siempre las lecciones aprendidas junto al ángel enviado por Jesús en aquel mágico lugar.

Dirección del Cuentito copiada!