El tesoro de la bondad y la naturaleza
Había una vez una niña llamada Sofía, quien era muy curiosa y siempre estaba en busca de aventuras. Un día soleado, mientras paseaba por el campo, encontró un globo brillante y colorido atrapado entre las ramas de un árbol.
Sofía miró el globo con asombro y se le ocurrió la idea más maravillosa: convertirlo en su tesoro. Con mucho cuidado, desató el hilo que lo sujetaba y lo sostuvo con fuerza en sus manos.
El globo flotaba sobre ella como si fuera mágico y llenara su corazón de alegría. "-¡Mira mamá! ¡Encontré un tesoro!", exclamó Sofía emocionada. La madre sonrió al ver la felicidad de su hija y dijo: "-Qué hermoso tesoro has encontrado, Sofi.
"Sofía decidió llevar su preciado globo a todas partes. Caminaba por el campo con él pegado a su mano, como si fuera un compañero inseparable.
Los animales del campo también quedaron fascinados con aquel objeto tan especial que flotaba en el aire. Un día mientras exploraban juntas, Sofía vio a unos polluelos perdidos sin saber cómo regresar a su nido. Sin pensarlo dos veces, soltó el hilo del globo para ayudarlos.
"-No te preocupes pequeños polluelos, los guiaré hasta donde deben ir", les dijo cariñosamente. Los polluelos siguieron a Sofía mientras ella caminaba por el campo señalándoles el camino correcto hacia su hogar.
Una vez que estuvieron seguros junto a sus padres, la niña miró hacia arriba y su rostro se llenó de tristeza al darse cuenta de que había perdido su globo. "-Oh no, mi tesoro se fue", susurró Sofía con lágrimas en los ojos.
Pero a pesar de la tristeza, Sofía también sintió una sensación especial dentro de ella. Había ayudado a aquellos pequeños polluelos y eso le hizo sentirse feliz por dentro. Decidió continuar explorando el campo sin su globo, sabiendo que aún podía encontrar tesoros en cada rincón.
Mientras caminaba, descubrió un hermoso prado lleno de flores multicolores. Se acercó a ellas con curiosidad y notó que algunas estaban marchitas y necesitaban agua para volver a brillar. Sofía decidió regresar al arroyo más cercano para traerles agua fresca.
Cuando regresó con el agua en sus manos, comenzó a regar las flores una por una. Mientras lo hacía, notó cómo recuperaban su belleza y vitalidad. Las flores le sonrieron como si le dieran las gracias.
La niña continuó explorando el campo y encontrando tesoros ocultos: mariposas danzantes entre los arbustos, luciérnagas que iluminaban la noche e incluso un nido abandonado que adoptaron como hogar algunos pajaritos huérfanos.
Sofía aprendió que los verdaderos tesoros no siempre son cosas materiales, sino momentos especiales y actos de bondad hacia otros seres vivos. Aunque extrañaba su globo colorido, comprendió que había encontrado algo mucho más valioso: la felicidad de ayudar y hacer del mundo un lugar mejor.
Así, Sofía continuó explorando el campo con una sonrisa en su rostro y un corazón lleno de gratitud.
Aprendió que los tesoros más valiosos están en las pequeñas cosas de la vida y que siempre hay algo especial esperando ser descubierto si tienes los ojos abiertos y el deseo de hacer el bien.
Y así, la niña paseaba por el campo sin su globo, pero con un tesoro mucho más grande: el amor por la naturaleza y la alegría de compartir su bondad con todos aquellos que encontraba en su camino.
FIN.