El tesoro de la colaboración



Había una vez en un tranquilo colegio de la ciudad de Buenos Aires, un aula llena de alumnos curiosos y creativos. En ese aula, vivía Polti, una tiza con alma creativa que siempre estaba dispuesta a ayudar.

Polti tenía la habilidad especial de hacer dibujos maravillosos en el pizarrón y siempre trataba de inspirar a sus compañeros para que también exploraran su creatividad.

Pero había un problema: el material para crear era escaso y los niños no podían compartirlo adecuadamente. Un día, mientras los alumnos trabajaban en sus tareas habituales, Polti tuvo una idea brillante.

Se acercó al maestro y le preguntó si podía organizar una actividad especial para fomentar el espíritu colaborativo entre todos los niños del colegio. El maestro aceptó encantado la propuesta de Polti y decidió llamar a esa actividad "El desafío compartido". Les explicó a todos los alumnos que debían formar equipos y superar diferentes pruebas absurdas para ganar puntos.

Cada prueba superada les daría acceso a recursos creativos escondidos en un baúl misterioso. Los estudiantes se entusiasmaron rápidamente con la idea y se dividieron en grupos.

El primer desafío consistía en encontrar una manera divertida de transportarse sin utilizar las piernas. Los equipos comenzaron a trabajar juntos e inventaron formas locas de moverse: algunos usaban palos como escobas mágicas, otros bailaban mientras avanzaban por el patio del colegio.

Al finalizar el primer desafío, todos estaban emocionados por descubrir qué había dentro del baúl. Pero antes de abrirlo, Polti les recordó la importancia de compartir y trabajar en equipo.

Les dijo: "Recuerden que lo más valioso no es el tesoro que encontraremos, sino el camino que recorremos juntos". Con esa reflexión en mente, los niños abrieron el baúl y quedaron maravillados al ver todo tipo de materiales creativos: pinceles, acuarelas, plastilina, papel de colores y mucho más.

Ahora tenían todos los recursos necesarios para expresar su creatividad sin límites. A medida que avanzaban en los desafíos compartidos, Polti notaba cómo sus compañeros se volvían cada vez más colaborativos y generosos. Compartían ideas, ayudaban a resolver problemas y aprendían unos de otros.

El último desafío consistía en transformar el espacio educativo en un lugar más colorido y divertido. Los equipos trabajaron juntos para pintar murales en las paredes del colegio con mensajes positivos y motivadores.

Cuando terminaron la tarea, todos se reunieron en el aula para celebrar su éxito. El maestro felicitó a los niños por su trabajo en equipo y destacó la importancia de compartir recursos para lograr cosas increíbles.

Polti sonrió orgulloso al ver cómo había logrado inspirar a sus compañeros a ser más colaborativos. Se dio cuenta de que no era solo una tiza con alma creativa, sino un agente de cambio capaz de transformar cualquier espacio educativo.

Y así fue como Polti y sus compañeros demostraron al mundo entero que cuando se comparte lo mejor de uno mismo con los demás, se pueden alcanzar grandes cosas juntos.

Desde aquel día, el aula se convirtió en un lugar lleno de creatividad y colaboración, donde todos los niños podían soñar y crear sin límites.

FIN.

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