El tesoro de la generosidad



Había una vez un señor llamado Don Fermín, un hombre codicioso y ambicioso que siempre buscaba la manera de obtener más riquezas.

Un día, en su afán por tener todo lo que deseaba, decidió hacer un pacto con el diablo. Don Fermín se dirigió a un oscuro callejón donde había escuchado rumores sobre la presencia del diablo. Al llegar al lugar, encontró a un extraño hombre vestido de negro con cuernos y una cola puntiaguda.

Era el mismísimo diablo. "Saludos, Don Fermín", dijo el diablo con una sonrisa maliciosa. "He oído que estás dispuesto a venderme tu alma a cambio de poder y riquezas infinitas".

Don Fermín asintió emocionado y extendió su mano para sellar el trato. Sin embargo, antes de hacerlo, el diablo le advirtió: "Recuerda que si no cumples tu parte del trato, tendrás graves consecuencias".

Sin prestar mucha atención a las palabras del diablo, Don Fermín firmó el contrato y recibió inmediatamente grandes cantidades de dinero y propiedades lujosas. Al principio todo parecía irle muy bien a Don Fermín. Tenía todas las comodidades materiales que siempre había soñado: autos lujosos, una mansión espectacular y joyas deslumbrantes.

Pero poco a poco comenzaron a ocurrir cosas extrañas en su vida. Un día, mientras disfrutaba de sus riquezas en su enorme mansión, empezaron a caer goteras del techo sin ninguna explicación aparente. Por más que intentara arreglarlas, siempre volvían a aparecer.

Don Fermín llamó a los mejores expertos en reparaciones, pero nadie lograba solucionar el problema. Desesperado, Don Fermín decidió buscar al diablo nuevamente y le preguntó por qué estaba pasando todo eso.

El diablo sonrió y le dijo: "Recuerda que no cumpliste tu parte del trato. No puedes tener tanta riqueza sin dar nada a cambio". Don Fermín se dio cuenta de su error y decidió rectificar sus acciones.

Comenzó a ayudar a los demás, donando parte de su dinero para construir escuelas y hospitales en su comunidad. También se dedicó a enseñarles a los niños sobre la importancia de ser generosos y solidarios.

Poco a poco, las goteras comenzaron a desaparecer y la mansión de Don Fermín volvió a estar en perfecto estado. Además, empezó a sentir una gran satisfacción interior al ver cómo su ayuda había cambiado positivamente la vida de muchas personas.

El diablo, sorprendido por el cambio repentino de Don Fermín, decidió visitarlo nuevamente. Esta vez no vino con amenazas ni malicia, sino con un rostro amable. "Has aprendido una valiosa lección", dijo el diablo.

"El verdadero éxito no radica solo en tener riquezas materiales, sino también en compartir lo que tienes con los demás". Don Fermín asintió con gratitud hacia el diablo y continuó viviendo una vida llena de amor y generosidad hacia aquellos que más lo necesitaban.

Y así termina nuestra historia queridos niños: Don Fermín comprendió que la verdadera felicidad no se encuentra en la avaricia, sino en ser bondadoso y ayudar a los demás. Recuerden siempre ser generosos y solidarios, porque eso es lo que realmente nos hará felices.

FIN.

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