El tesoro de la generosidad
Había una vez en la selva un pequeño dinosaurio llamado Dino, que se sentía diferente al resto de sus amigos.
Mientras ellos jugaban y corrían por el bosque, a él le encantaba observar las estrellas por la noche y soñar con volar como un pájaro. Un día, mientras paseaba por el bosque, Dino encontró un delicioso mango caído de un árbol. Lo probó y le encantó su sabor dulce y jugoso.
Desde ese momento, todos los días iba en busca de mangos para disfrutarlos bajo el cielo estrellado. Un día, Dino escuchó sobre un misterioso lugar llamado "El Casino Flotante" donde decían que los sueños se hacían realidad.
Intrigado por esta idea, decidió ir en busca de este lugar tan especial. Al llegar al casino, Dino quedó maravillado con todo lo que veía: luces brillantes, música alegre y juegos emocionantes. Se acercó a una mesa donde había otros animales jugando y decidió probar suerte.
Para su sorpresa, ¡ganó varias veces seguidas!"¡Increíble! ¡Soy el dinosaurio más afortunado del mundo!" -exclamaba Dino emocionado mientras recogía sus premios.
Pero pronto se dio cuenta de que no era la suerte lo que lo hacía sentirse bien, sino la emoción de cumplir sus sueños y descubrir nuevas experiencias. Decidió entonces utilizar sus ganancias para ayudar a sus amigos del bosque y hacer del lugar un sitio mejor para todos.
"Gracias por enseñarme que lo importante no es solo ganar en los juegos, sino también saber compartir y hacer felices a quienes nos rodean", dijo Dino a sus amigos entre abrazos y risas.
Desde ese día, Dino siguió visitando El Casino Flotante ocasionalmente para recordar aquella lección valiosa: la verdadera felicidad está en dar amor y alegría a los demás. Y así fue como el pequeño dinosaurio descubrió que los sueños pueden hacerse realidad si uno aprende a valorar lo realmente importante en la vida.
FIN.