El tesoro de la granja encantada


Había una vez una niña llamada Carla que vivía en una granja rodeada de animales.

Desde que era muy pequeña, Carla había desarrollado un amor especial por los animales y pasaba la mayor parte de su tiempo jugando con ellos y cuidándolos. Un día, mientras alimentaba a las gallinas, Carla escuchó un ruido proveniente del bosque cercano. Curiosa, decidió ir a investigar y descubrió a un pajarito herido en el suelo.

Sin dudarlo, lo recogió con cuidado y lo llevó a la granja para curarlo. "Tranquilo pajarito, vas a estar bien", dijo Carla mientras le vendaba la alita lastimada. El pajarito se recuperó rápidamente gracias a los cuidados de Carla y pronto pudo volar nuevamente.

Agradecido, el pajarito decidió quedarse en la granja y se convirtió en el mejor amigo de Carla. Un día, cuando estaban jugando cerca del estanque, vieron a una familia de patitos en apuros.

La mamá pata estaba angustiada porque uno de sus patitos había caído al agua y no podía salir. Sin pensarlo dos veces, Carla se zambulló en el estanque y rescató al patito.

La mamá pata estaba tan agradecida que invitó a Carla y al pajarito a dar un paseo por el lago. Mientras navegaban juntos, llegaron a una isla misteriosa donde encontraron un tesoro escondido. Era un cofre lleno de semillas mágicas que prometían hacer crecer cualquier planta en cuestión de segundos.

"¡Qué maravilla! Podremos cultivar alimentos para todos los animales de la granja", exclamó emocionada Carla. De regreso en la granja, Carla plantó las semillas mágicas y pronto empezaron a brotar tomates gigantes, zanahorias enormes y calabazas gigantes.

Los animales no podían creerlo y celebraron con una gran fiesta llena de comida deliciosa.

A partir de ese día, la granja de Carla se convirtió en un lugar próspero donde todos los animales vivían felices gracias al amor y cuidado que ella les brindaba. Y así, entre risas y juegos, aprendió que siempre vale la pena ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.

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