El tesoro de la granja mágica
En una granja muy especial, donde los animales hablaban y se divertían como si fueran niños, vivían el caballo Trotón, la vaca Margarita, el cerdito Chanchito y la oveja Lanita.
Todos eran grandes amigos y les encantaba jugar juntos en los campos verdes que rodeaban la granja. Una tarde de primavera, mientras corrían por los prados persiguiéndose unos a otros, de repente comenzó a caer una lluvia suave pero constante.
Los animalitos no querían dejar de jugar, así que decidieron seguir divirtiéndose bajo la lluvia. "¡Qué divertido es esto!" -exclamó Trotón mientras saltaba charcos con sus patas fuertes y veloces. "¡Sí! ¡Esto es genial!" -gritó Margarita mientras sacudía su enorme cola llena de agua.
"¡Miren cómo chapoteo en el barro!" -se entusiasmó Chanchito revolcándose feliz. "Yo prefiero mojarme con la lluvia suave" -dijo Lanita con una sonrisa tierna. De repente, entre risas y juegos, algo mágico comenzó a ocurrir en el cielo gris.
Un arcoíris gigante apareció ante sus ojos asombrados. Los colores brillantes iluminaron la granja y llenaron de alegría a todos los animales. "¡Es un arcoíris hermoso!" -exclamaron al unísono.
"¿Será que hay un tesoro al final del arcoíris?" -preguntó Trotón emocionado. "Solo hay una forma de averiguarlo: sigamos jugando hasta encontrarlo" -propuso Margarita con entusiasmo. Los animalitos continuaron corriendo y saltando bajo la lluvia mientras seguían el camino del arcoíris.
Cruzaron campos, atravesaron bosques y llegaron hasta un prado lleno de flores multicolores donde parecía terminar el arco iris. Allí encontraron algo aún más maravilloso que cualquier tesoro material: descubrieron que su amistad era el verdadero tesoro al final del arcoíris.
Se abrazaron felices bajo aquel espectáculo natural tan especial. "¡Qué aventura increíble hemos vivido juntos!" -dijo Chanchito emocionado. "Sí, pero lo mejor de todo es tener amigos tan maravillosos como ustedes" -respondió Lanita con cariño.
"Prometamos seguir jugando y cuidándonos siempre" -propuso Trotón extendiendo una pata hacia sus amigos. Y así fue como aquel día especial se convirtió en uno inolvidable para los animales de la granja.
Aprendieron que lo más importante en la vida no son las riquezas materiales ni las aventuras extraordinarias, sino el valor invaluable de la amistad sincera y leal. Y cada vez que veían un arco iris en el cielo recordaban aquella jornada mágica llena de diversión y complicidad entre amigos inseparables.
FIN.