El tesoro de la momia Mateo


Hace mucho tiempo, en una casa embrujada en lo profundo de un bosque encantado, vivía una momia llamada Mateo.

A diferencia de las películas de terror que asustan a la gente, Mateo era amable y simpático, aunque un poco solitario. Un día, mientras caminaba por el bosque, Mateo se encontró con un grupo de niños jugando y riendo. Se acercó tímidamente y les dijo: "Hola chicos, soy Mateo, la momia que vive en la casa embrujada".

Los niños se sorprendieron al principio, pero luego vieron que no era como pensaban las historias de miedo sobre momias. "¡Hola Mateo! ¿Eres realmente una momia?", preguntó curioso Tomás. "Sí, lo soy", respondió Mateo con una sonrisa.

"Pero no soy como en las películas. Me gusta hacer amigos y divertirme". Los niños pronto se dieron cuenta de que Mateo era diferente a lo que esperaban. Pasaron horas jugando juntos en el bosque y contándose historias divertidas.

Pronto se convirtieron en los mejores amigos. Un día, los niños le contaron a Mateo sobre un tesoro escondido en la casa embrujada. Decidieron ir juntos a buscarlo.

Al llegar a la casa, descubrieron trampas y acertijos complicados que debían resolver para encontrar el tesoro. Después de superar muchos desafíos juntos, finalmente encontraron el tesoro escondido detrás de una pared secreta. Era un cofre lleno de piedras preciosas y monedas antiguas. "¡Lo logramos!", exclamó emocionado Juan.

"Gracias por ayudarnos, Mateo". "No hay problema", respondió Mateo con humildad. "Lo importante es que nos divertimos juntos y nos convertimos en grandes amigos".

Los niños llevaron parte del tesoro a sus hogares como recuerdo de su aventura junto a la momia amigable. Desde ese día en adelante, visitaban a Mateo regularmente para jugar y pasar buenos momentos juntos.

Así demostraron que no debemos dejarnos llevar por las apariencias ni por las historias que escuchamos; siempre hay espacio para la amistad y la diversión donde menos lo esperamos.

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