El tesoro de la montaña sagrada


En un remoto pueblo de la cordillera andina, vivía una niña llamada Killa, de ojos negros como la noche y cabello oscuro como las montañas que la rodeaban. Killa pertenecía a la cultura quechua y desde muy pequeña había aprendido a valorar y respetar las tradiciones andinas.

Un día, llegó al pueblo un grupo de exploradores españoles liderados por el valiente capitán Diego. Traían consigo herramientas y conocimientos que despertaron la curiosidad de los habitantes del lugar. La llegada de los españoles generó temor en algunos, pero Killa, con su espíritu curioso y amor por su cultura, decidió acercarse a ellos para aprender más sobre sus costumbres.

- ¡Hola, extranjeros! ¿Qué los trae a nuestra tierra? - saludó Killa con respeto.

- Hola, pequeña. Estamos en busca de un antiguo tesoro que se encuentra en la montaña sagrada. ¿Sabrías tú algo al respecto? - respondió el capitán Diego con amabilidad.

Aunque Killa desconocía la existencia de dicho tesoro, sabía que la montaña sagrada era un lugar de gran importancia para su cultura, por lo que decidió ayudar a los exploradores a cambio de aprender más sobre sus costumbres y tecnologías.

Juntos, emprendieron la travesía hacia la montaña, sorteando los peligros del camino con valentía y cooperación. Durante el viaje, Killa compartía con los españoles las historias y leyendas andinas, mientras estos le enseñaban sobre navegación, escritura y nuevas formas de cultivar la tierra.

Finalmente, llegaron a la cima de la montaña sagrada, donde encontraron el tesoro anhelado. Sin embargo, en ese momento crucial, un fuerte sismo sacudió la tierra, poniendo en peligro a todos. Con valentía y astucia, Killa y Diego lideraron al grupo para encontrar refugio y proteger el tesoro.

Superada la crisis, los exploradores españoles decidieron regresar a su tierra, llevándose consigo el tesoro. Pero el capitán Diego, conmovido por la valentía y sabiduría de Killa, decidió dejar una parte del tesoro a su cuidado, como símbolo de respeto y amistad entre ambas culturas.

De regreso al pueblo, Killa compartió el tesoro con su comunidad, enseñando que la valorización de la cultura andina no estaba reñida con el aprendizaje y el respeto hacia otras culturas. Así, el equilibrio armónico y la convivencia entre la cultura andina y española se mantuvieron, fortaleciendo la identidad y el orgullo de su pueblo.

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