El tesoro de la naranja perdida




Había una vez un niño llamado Mateo, a quien le encantaba jugar en el patio de su casa. Un día, mientras jugaba con sus amigos, Mateo se le cayó una naranja de sus manos.

La naranja rodó hasta debajo de un auto estacionado. Mateo intentó alcanzarla, pero sus pequeñas manos no llegaban. Justo en ese momento, pasaba por allí un vecino llamado don Lucas, quien conducía su viejo auto.

Don Lucas se detuvo al ver al niño y se dio cuenta de lo que sucedía.

- ¡Eh, chicos! ¿Qué pasó? - preguntó don Lucas con curiosidad.

- Se me cayó la naranja y ahora está debajo del auto. No puedo alcanzarla - respondió Mateo con tristeza.

-

No te preocupes, yo te ayudo - dijo don Lucas con una sonrisa amable. Entonces don Lucas se agachó y con cuidado, logró sacar la naranja de debajo del auto. Mateo y sus amigos se alegraron al ver su tesoro recuperado.

Agradecidos, le ofrecieron a don Lucas una de las naranjas que habían recogido antes. Sorprendido, don Lucas aceptó con gusto y les contó sobre su amor por las naranjas y cómo solía plantar árboles frutales en su juventud.

A partir de ese día, Mateo y don Lucas se convirtieron en grandes amigos. Don Lucas enseñó a Mateo todo sobre el cuidado de las plantas, y juntos plantaron un hermoso árbol de naranjas en el jardín de la casa.

La amistad entre ellos creció, al igual que el árbol de naranjas, que con el tiempo se convirtió en el punto de encuentro para toda la vecindad, donde compartían deliciosas frutas y hermosos momentos juntos.

FIN.

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