El tesoro de la risa


de bondad y alegría. Un día, mientras Lucas saltaba de hoja en hoja, se encontró con su amigo el búho Sabio. El búho siempre tenía respuestas a todas las preguntas de Lucas y le encantaba compartir su sabiduría.

"Hola, Lucas", dijo el búho Sabio con voz grave. "¿En qué andas metido hoy?""¡Hola, Sabio!", exclamó emocionado Lucas. "Estoy buscando algo nuevo y emocionante para hacer. Quiero aprender algo que nunca antes haya hecho".

El búho Sabio sonrió y le dijo: "Lucas, hay una cueva misteriosa al otro lado del río. Dicen que dentro de ella vive un anciano sabio que guarda un tesoro secreto". Los ojos de Lucas se iluminaron de emoción.

Sin perder tiempo, corrió hacia el río y saltó por encima de las piedras para llegar a la cueva misteriosa. Al entrar en la cueva, Lucas se encontró con una sorpresa: no había nadie allí excepto una pequeña tortuga llamada Tito.

"¡Hola! ¿Eres tú el anciano sabio?", preguntó Lucas curioso. Tito rió suavemente y respondió: "No soy un anciano sabio, pero puedo enseñarte algo valioso si estás dispuesto a escuchar".

Intrigado, Lucas asintió con entusiasmo y esperó a que Tito comenzara su lección. —"Lucas" , comenzó Tito lentamente, "la verdadera sabiduría no reside en los tesoros materiales ni en los lugares secretos. La verdadera sabiduría está en tu interior". Lucas frunció el ceño, confundido.

"¿Qué quieres decir con eso, Tito?"Tito sonrió y explicó: "Todos tenemos habilidades únicas y especiales dentro de nosotros. Algunos pueden cantar hermosamente, otros pueden pintar obras maestras, pero tú, Lucas, tienes la increíble capacidad de hacer reír a los demás".

Las orejas de Lucas se levantaron emocionadas. "¿De verdad crees que puedo hacer reír a los demás?""¡Claro que sí!", afirmó Tito. "Tu corazón lleno de bondad y alegría es contagioso para todos los que te rodean.

Puedes usar tu don para traer felicidad a quienes más lo necesitan". Inspirado por las palabras de Tito, Lucas decidió regresar al bosque de la Paz y compartir su don con sus amigos.

Cuando llegó al bosque, se encontró con un problema: todos sus amigos estaban tristes porque habían perdido la música del viento. Los árboles ya no bailaban ni cantaban. Lucas sabía que era hora de actuar.

Se subió a un tronco caído y comenzó a contar chistes y hacer payasadas. "¡Amigos! ¡Amigos!", gritaba Lucas mientras saltaba y hacía piruetas graciosas. "Vamos a olvidarnos de nuestras preocupaciones por un momento y vamos a reír juntos". Poco a poco, las risas comenzaron a llenar el aire del bosque.

Los animales se contagiaron de la alegría de Lucas y pronto los árboles volvieron a moverse al ritmo de la música del viento.

Lucas se dio cuenta de que su verdadero tesoro no era algo material, sino la capacidad de hacer sonreír a los demás. Y desde ese día, se convirtió en el conejo más querido y admirado del bosque de la Paz.

Y así, gracias a su espíritu curioso y su corazón lleno de bondad, Lucas enseñó a todos que la verdadera riqueza está en compartir alegría y amor con los demás. Fin.

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