El Tesoro de la Selva Anshaninka



En la profunda selva donde viven los Anshaninka, los árboles son altos y frondosos, y los sonidos de la naturaleza crean una sinfonía que envuelve a todos los seres que habitan allí. En esta selva vivía un niño llamado Kanti, famoso entre sus amigos por su curiosidad insaciable y su amor por la aventura.

Un día, mientras exploraba cerca del río, Kanti escuchó un susurro. Era como si la selva le hablara. "Kanti, ven aquí, ven a descubrir el secreto de la selva"-, decía la voz. Dobló la esquina de un gran árbol y encontró a su amiga Yara, una niña Anshaninka.

"¿Escuchaste eso?"- preguntó Kanti emocionado.

"Sí, pero no sé de dónde viene. Podría ser un espíritu de la selva"-, respondió Yara, temblando un poco.

A pesar del temor, decidieron seguir la voz. Caminando entre los árboles, llegaron a un claro donde un abuelito Anshaninka llamado Néstor estaba sentado, rodeado de extrañas piedras brillantes.

"¿Qué son esas piedras, abuelo?"- preguntó Kanti.

"Son el tesoro de la selva. Cada una tiene una historia, una lección que compartir"- explicó Néstor, sonriendo.

Kanti y Yara se sentaron cerca.

"¿Nos puedes contar una historia, abuelo?"- pidió Yara.

"Claro" -, dijo Néstor. "Esta piedra roja representa la valentía. La obtuvimos cuando un grupo de jóvenes Anshaninka se atrevió a cruzar el río durante una tormenta para ayudar a un animal herido"-.

Kanti y Yara quedaron asombrados. "¡Qué valientes!"- exclamó Kanti.

"Y también tenemos esta piedra azul, que representa la unidad. Muestra cómo todos en nuestra comunidad se unieron para plantar árboles y proteger el bosque"- añadió Néstor.

Cada piedra tenía su historia. Los chicos escuchaban cautivados, pero al mismo tiempo, notaron que el cielo comenzaba a oscurecer.

"Abuelo, ¿podemos quedarnos un poco más?"- preguntó Kanti.

"Lo siento, mis pequeños. La selva tiene sus reglas. Es mejor que regresen a casa antes que la noche caiga"-, aconsejó Néstor.

Antes de irse, Kanti tuvo una idea. "¿Y si hacemos un club para aprender más sobre nuestra cultura?"- propuso.

"Sí, se llamará 'Los Guardianes de la Selva Anshaninka'"- sugirió Yara, entusiasmada.

"¡Me encanta! Pero, ¿cómo iniciamos el club?"- preguntó Kanti.

"Primero, deberíamos invitar a más amigos. Y tal vez podamos cuidar el bosque como lo hizo nuestra gente"- respondió Yara.

Con el corazón lleno de entusiasmo, Kanti y Yara se despidieron del abuelo y corrieron de regreso al pueblo. Estaban decididos a formar su club. Luego de hablar con sus amigos, organizaron una reunión en la plaza central.

"Les propongo que seamos los Guardians de la Selva. Aprenderemos sobre nuestras tradiciones y cuidaremos de la selva"-, anunció Kanti. La gente a su alrededor aplaudió.

"Sí, ¡sí! ¡Queremos ser parte!"- gritó un amigo.

Así, con el apoyo de todos, comenzaron a aprender sobre la historia Anshaninka, plantaron árboles y cuidaron de los animales de la selva. Cada sábado se reunían para compartir historias y adentrarse un poco más en su cultura.

Un día, encontrando una nueva piedra en el fondo del río, se dieron cuenta que el camino que habían comenzado nunca terminaba. "Esto es solo el principio, vamos a seguir descubriendo nuestra herencia"-, dijo Kanti.

Con la mirada fija en la selva, entendieron que cada piedra era un regalo de su cultura, y cada historia contar una ventana hacia un futuro lleno de aventuras y aprendizajes.

Y así, el club de los Guardianes de la Selva Anshaninka no solo preservó su legado, sino que también inspiró a otros a respetar y amar la naturaleza.

La selva seguía susurrando, y Kanti y Yara sabían que siempre habría algo nuevo por descubrir en su hogar, donde las historias nunca terminan y la aventura solo comienza.

Desde entonces, los Guardianes de la Selva continuaron creciendo, siempre en unidad, valentía y amor por su tierra y su cultura.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!