El Tesoro de la Unión
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo tenía una familia a la que amaba mucho: su madre, Laura, y su padre, Gual. Cada día, al volver de la escuela, Mateo se sentaba en el jardín y pensaba en lo afortunado que era de tener a sus padres, que siempre lo apoyaban y lo hacían sentir amado.
Un día, mientras jugaba con su perro, Toby, Mateo escuchó a su madre hablar con su vecino sobre un misterioso tesoro escondido en el bosque cercano.
"Dicen que el tesoro está vigilado por un dragón que solo deja pasar a aquellos con un corazón puro", le dijo Laura a su vecino.
Mateo, entusiasmado por la historia, decidió que quería encontrar ese tesoro. Corrió hacia su casa, donde su padre estaba leyendo un libro en el sillón.
"¡Papá!" exclamó Mateo. "¡Quiero buscar un tesoro escondido en el bosque!"
Gual sonrió, levantando la vista de su libro.
"Un tesoro, eh? Eso suena emocionante. Pero recordá que no solo se trata de buscar oro y joyas. A veces, el verdadero tesoro está en las lecciones que aprendemos en el camino."
Mateo hizo caso omiso de las palabras de su padre y comenzó a preparar su mochila con frutas, agua y su linterna.
Al día siguiente, con su mochila lista y Toby al lado, Mateo se adentró en el bosque. Caminó y caminó, siguiendo el sonido de un arroyo. De repente, se encontró con un río más caudaloso de lo que esperaba. Justo cuando estaba a punto de darse por vencido, recordó las palabras de su madre:
"Siempre hay una solución si pensás creativamente."
Mateo se sentó en una piedra y pensó. Entonces se le ocurrió una idea. Usando ramas y piedras, construyó un pequeño puente. Cuando terminó, cruzó el río con orgullo, y Toby lo siguió ladrando felizmente.
Al otro lado, se encontró con una cueva oscura. A Mateo le dio un poco de miedo, pero también estaba muy emocionado.
"Esto debe ser el hogar del dragón" se dijo a sí mismo.
De repente, escuchó un ruido detrás de él. Era un grupo de criaturas pequeñas con alas. Eran hadas del bosque.
"¿Qué haces aquí, niño?" preguntó una de las hadas.
"Vengo a buscar el tesoro escondido en este bosque" respondió Mateo.
"El tesoro no es oro o joyas. Es algo mucho más valioso," explicó otra hada. "El tesoro es la amistad y el amor, y estas cosas se encuentran en tu corazón y en los que te rodean."
Mateo recordó cuánto amaba a su madre y a su padre y cómo siempre lo guiaban con su amor en todo lo que hacía. Entonces comprendió que no necesitaba buscar un tesoro físico, porque ya era rico en amor.
"Entiendo," dijo Mateo. "El verdadero tesoro es mi familia y todo lo que aprendí en esta aventura. ¡Gracias, hadas!"
Al volver a casa, Mateo se sintió muy feliz y hay que dirigir a sus padres. Cuando les contó lo que había aprendido, Gual sonrió y le dio un abrazo.
"¡Estoy muy orgulloso de vos, hijo!" exclamó.
Laura se unió al abrazo y agregó:
"Y siempre estaremos aquí para apoyarte en cada aventura."
Desde ese día, Mateo nunca olvidó que el amor y la unidad de su familia eran el más grande de los tesoros. Y así, cada vez que se sentía perdido o asustado, recordaba lo que había aprendido en el bosque, y eso siempre lo guiaba de regreso a casa con una sonrisa y el corazón lleno de amor.
FIN.