El tesoro de la verdadera amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Risueña, tres amigas inseparables: Francesca, Martina y Margarita. Eran conocidas por su alegría y locuras que contagiaban a todos los habitantes del lugar.
Un día, las tres amigas decidieron embarcarse en una aventura extraordinaria. Querían descubrir un tesoro escondido en el bosque encantado que rodeaba al pueblo. Según la leyenda, aquel que encontrara el tesoro sería recompensado con deseos cumplidos.
Con sus mochilas llenas de provisiones y muchas ganas de divertirse, comenzaron su travesía hacia el bosque encantado. El camino estaba lleno de obstáculos y desafíos, pero eso no intimidaba a nuestras valientes amigas.
Al llegar al bosque, se encontraron con un puente colgante muy estrecho sobre un río caudaloso. Francesca fue la primera en cruzarlo temblorosa mientras Martina y Margarita la animaban desde atrás. "¡Vamos Francesca! ¡Tú puedes!"- gritó Martina emocionada. Francesca logró cruzar exitosamente y esperó ansiosa a sus amigas del otro lado.
Juntas continuaron explorando el bosque hasta que se toparon con una cueva oscura e intrigante. "¿Deberíamos entrar?"- preguntó Margarita dudando un poco. "¡Claro que sí! La emoción está en lo desconocido"- respondió Martina entusiasmada.
Las tres ingresaron cautelosas a la cueva, iluminando su camino con linternas. De repente, escucharon un ruido extraño y vieron sombras moviéndose a su alrededor. Eran murciélagos que habitaban en la cueva. "¡Ahh! ¡Murciélagos!"- exclamó Francesca asustada.
Martina y Margarita tomaron las manos de Francesca, convirtiendo el miedo en risas y juntas siguieron explorando la cueva sin temor alguno. Finalmente, llegaron a una sala llena de estalactitas brillantes. En medio de ellas había un cofre antiguo cubierto de polvo.
"¡Es el tesoro!"- gritaron emocionadas al unísono. Abrieron el cofre con mucha expectativa y encontraron una carta. En ella decía: "El verdadero tesoro está en la amistad que comparten".
Las tres amigas se miraron sorprendidas pero luego sonrieron al darse cuenta de lo valiosa que era su amistad. No necesitaban ningún deseo cumplido, ya eran felices compartiendo aventuras juntas. Regresaron a Villa Risueña con sus corazones llenos de gratitud por haber vivido esa experiencia única.
Contagiaron a todos los habitantes del pueblo con su alegría contando sus increíbles peripecias en el bosque encantado. Desde aquel día, Francesca, Martina y Margarita siguieron siendo inseparables.
Aprendieron que no importaba cuánto dinero o tesoros tuvieran, lo más importante era tener amigos leales y divertirse juntos cada día. Y así fue como nuestras tres locas y divertidas amigas enseñaron a todos que la verdadera riqueza se encuentra en los momentos compartidos y en el valor de la amistad. Fin.
FIN.