El tesoro de las aves aventureras


Había una vez en la hermosa playa de Mar del Plata, dos aves muy especiales llamadas Feduxhe y Feduxhiña. Eran aves curiosas y aventureras que siempre estaban buscando nuevas emociones.

Un día decidieron irse de vacaciones a la playa para disfrutar del sol, el mar y la arena. Al llegar a la playa, las aves se asombraron con tanta belleza a su alrededor.

El agua cristalina, las olas que rompían en la orilla y el sonido relajante de las gaviotas volando por encima de ellas. Estaban tan emocionadas que no podían esperar para explorar todos los rincones de aquel lugar paradisíaco. Mientras caminaban por la costa, Feduxhe notó algo brillante enterrado en la arena.

Era un cofre antiguo lleno de joyas y monedas de oro. Ambas aves quedaron boquiabiertas ante tal descubrimiento. "¡Feduxhiña, mira lo que encontré! ¡Es un tesoro!", exclamó Feduxhe emocionada.

Feduxhiña se acercó corriendo para verlo mejor y dijo: "¡Es increíble! Nunca pensé que encontraríamos algo así". Las dos aves sabían que aquel tesoro no les pertenecía, pero también sabían que debían hacer algo con él. Decidieron buscar al dueño original del cofre para devolverle sus pertenencias.

Recorrieron toda la playa preguntando a cada persona si había perdido un cofre lleno de tesoros. Pero nadie parecía conocer nada sobre eso. Estaban un poco desanimadas, pero no se rindieron. "Feduxhiña, tal vez debamos buscar en otros lugares.

Quizás el dueño del tesoro no está aquí", sugirió Feduxhe. Así que las aves volaron hacia el pueblo cercano y preguntaron en todas las tiendas y restaurantes si alguien había perdido algo tan valioso.

Pero nuevamente, nadie sabía nada al respecto. Después de mucho buscar sin éxito, las aves decidieron ir a la comisaría local para informar sobre su descubrimiento.

El oficial escuchó atentamente su historia y les dijo que publicaría un anuncio en los periódicos locales para encontrar al dueño del tesoro perdido. Pasaron los días y finalmente llegó una respuesta al anuncio. Un anciano llamado Don Esteban se presentó en la comisaría asegurando ser el propietario del cofre lleno de tesoros.

Las aves estaban emocionadas por haber encontrado al verdadero dueño y lo llevaron hasta la playa donde habían hecho aquel asombroso hallazgo.

Don Esteban estaba encantado con lo que veía y agradeció enormemente a Feduxhe y Feduxhiña por su honestidad y esfuerzo para devolverle sus pertenencias. Don Esteban invitó a las aves a su casa como muestra de gratitud. Les contó historias fascinantes sobre sus viajes por el mundo mientras disfrutaban juntos de un rico mate argentino.

Feduxhe y Feduxhiña aprendieron una valiosa lección: siempre es importante hacer lo correcto incluso cuando nadie está mirando. Su honestidad les permitió conocer a alguien especial como Don Esteban y disfrutar de una amistad que duraría para siempre.

Desde aquel día, las aves nunca dejaron de explorar y buscar nuevas emociones. Pero ahora lo hacían con un propósito aún mayor: ser buenos amigos y ciudadanos responsables que ayudaran a los demás en todo momento.

Y así, Feduxhe y Feduxhiña continuaron viviendo aventuras juntas, recordando siempre el día en el que encontraron un tesoro no solo en la playa, sino también en su corazón.

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