El tesoro de las emociones
Había una vez un niño llamado Martín que iba a la escuela todos los días con mucha ilusión.
Pero, a medida que pasaban las semanas, Martín empezó a sentir distintas emociones en la escuela y decidió contárselo a su amigo Tomás. Un día, mientras jugaban en el recreo, Martín se acercó a Tomás con un rostro preocupado. "Tomás, no sé qué me pasa.
Cuando llego a la escuela siento mariposas en el estómago y me pongo muy nervioso. "- le confesó. Tomás miró fijamente a su amigo y le respondió: "Martín, eso se llama ansiedad. A veces nos sentimos así cuando estamos ante situaciones nuevas o desafiantes.
Pero no te preocupes, todos hemos pasado por eso alguna vez. "Martín se sintió aliviado al saber que no era el único que experimentaba esa sensación extraña. Sin embargo, los días pasaron y Martín comenzó a sentir otra emoción: tristeza.
Una tarde después de clases, mientras caminaban juntos hacia sus casas, Martín suspiró profundamente y le dijo a Tomás: "Hoy me sentí muy triste en clase. No entendía bien lo que estábamos aprendiendo y me frustré mucho.
"Tomás asintió comprensivamente y dijo: "A veces también me pasa eso a mí. La tristeza es una emoción normal cuando enfrentamos dificultades o nos cuesta entender algo nuevo. Lo importante es pedir ayuda cuando necesitamos entender mejor o repasar lo aprendido.
"Los dos amigos siguieron caminando pensativos hasta llegar al parque donde solían jugar. Allí, Martín vio a un grupo de niños riendo y jugando felices. De repente, sintió una emoción diferente: envidia.
Martín se acercó a Tomás con cierta timidez y le confesó: "Tomás, me siento mal por sentir envidia de esos niños que parecen tan felices. No sé por qué me pasa esto. "Tomás sonrió y respondió: "No te preocupes, Martín.
A veces todos sentimos envidia cuando vemos algo que queremos tener o hacer. Pero recuerda que cada uno tiene su propio camino y sus propias cosas para disfrutar. En lugar de sentir envidia, podemos alegrarnos por los demás y encontrar nuestras propias fuentes de felicidad.
"Martín reflexionó sobre las palabras de su amigo y comenzó a entender que todas estas emociones eran normales y parte natural de la vida. Con el tiempo, aprendió a manejarlas mejor y a buscar apoyo cuando lo necesitaba.
Un día, mientras estaban en clase de música cantando una canción divertida, Martín miró a Tomás con una sonrisa enorme en su rostro y le dijo: "Gracias por estar siempre allí para escucharme, Tomás.
Me has enseñado mucho sobre las emociones y cómo enfrentarlas. "Tomás le devolvió la sonrisa y dijo: "Siempre estaré aquí para ti, Martín. Los amigos están para ayudarse mutuamente en todo momento.
"Desde aquel día, Martín supo que no importaba cuántas emociones diferentes sintiera en la escuela; siempre tendría un amigo como Tomás dispuesto a escucharlo y ayudarlo a superar cualquier desafío emocional que se presentara en su camino. Y juntos, seguirían creciendo y aprendiendo cada día.
FIN.