El tesoro de las emociones


Había una vez una pequeña ciudad llamada Arbolito, donde vivían muchos adolescentes de 13 años. En esa ciudad, existía una escuela muy especial llamada Escuela de las Emociones.

En la Escuela de las Emociones, los estudiantes aprendían sobre la importancia de reconocer y manejar sus emociones. La profesora Lucía les enseñaba a diferenciar entre sentimientos y emociones, explicándoles que los sentimientos son más duraderos y profundos, mientras que las emociones son más intensas y pasajeras.

Un día, en la clase de educación emocional, la profesora Lucía les asignó un proyecto muy importante. Cada estudiante tenía que escribir un ensayo sobre el valor más importante para ellos y cómo ese valor influenciaba sus decisiones y acciones diarias.

Los alumnos se pusieron manos a la obra. Sofía decidió escribir sobre el valor de la honestidad porque creía firmemente que decir siempre la verdad era fundamental para mantener relaciones saludables con los demás.

Martín eligió el valor del respeto porque pensaba que tratar a todos con amabilidad era clave para construir una sociedad justa. Sin embargo, había un chico llamado Tomás que no prestaba mucha atención en clase.

Siempre estaba distraído mirando por la ventana o hablando con sus amigos. No le interesaban mucho las tareas escolares ni mucho menos aprender sobre las emociones. Tomás decidió hacer su tarea sin esforzarse demasiado.

Copió algunos párrafos al azar de internet e hizo como si fuera su propia reflexión sobre el valor del compromiso. Pensó que nadie lo notaría y así podría dedicar su tiempo a otras cosas más divertidas.

El día de la entrega de los ensayos llegó y todos los estudiantes entregaron sus trabajos, excepto Tomás. La profesora Lucía lo llamó al frente y le preguntó por qué no había entregado su tarea. Tomás se quedó sin palabras y balbuceó una excusa.

La profesora, con tristeza en sus ojos, le explicó que seguir las indicaciones era importante para aprender y crecer como personas. Además, le recordó que la honestidad era uno de los valores más importantes que habían discutido en clase.

Tomás se sintió avergonzado por su comportamiento y prometió a la profesora que entregaría su ensayo al día siguiente. Esa noche, Tomás reflexionó sobre lo ocurrido. Se dio cuenta de que había perdido una oportunidad valiosa para aprender sobre emociones y valores.

Decidió cambiar su actitud y comenzar a prestar atención en clase. Al día siguiente, Tomás entregó su ensayo completo a la profesora Lucía. Ella lo felicitó por haber seguido las indicaciones y tomado responsabilidad por sus acciones pasadas.

A partir de ese momento, Tomás se convirtió en un estudiante ejemplar. Comenzó a participar activamente en las clases de educación emocional e incluso ayudaba a sus compañeros cuando tenían dificultades para manejar sus emociones.

La historia de Tomás fue un ejemplo para todos los estudiantes de Arbolito. Aprendieron que la educación emocional era fundamental para entenderse a sí mismos y relacionarse mejor con los demás. También comprendieron la importancia de tener valores sólidos como guía en sus vidas.

Y así, gracias a la enseñanza de la profesora Lucía y la experiencia de Tomás, la Escuela de las Emociones se convirtió en un lugar donde los adolescentes aprendieron a reconocer y manejar sus emociones, valorar los sentimientos y seguir las indicaciones para crecer como personas íntegras y respetuosas.

Fin.

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