El Tesoro de las Flores


Había una vez una niña llamada Margarita, que era el amor más grande de su mamá. Margarita tenía el pelo rubio como los rayos del sol y unos ojos azules llenos de curiosidad y alegría.

Vivían en una pequeña casa con un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Un día, mientras jugaba en el jardín, Margarita encontró una semilla misteriosa.

Era pequeñita y oscura, pero tenía algo especial que atrajo la atención de la niña. Decidió plantarla en un rincón del jardín y cuidarla con mucho amor. Pasaron los días y Margarita regaba la semilla todos los días con agua fresca y le hablaba palabras dulces para darle ánimo.

Su mamá también se sumó a ayudar a cuidarla, ya que veía lo importante que era para su hija ese pequeño experimento.

Después de algunas semanas, algo increíble sucedió: ¡de la semilla brotó un tallo verde! Margarita estaba emocionada al ver cómo crecía cada día más alto. Pero eso no fue todo; pronto apareció un capullo en la punta del tallo. Margarita esperaba ansiosa el momento en que el capullo se abriera para descubrir qué tipo de flor sería.

Pasaron varios días hasta que finalmente llegó ese momento tan esperado. El capullo se abrió lentamente revelando una hermosa rosa roja. La niña estaba maravillada con esa flor tan perfecta y decidió llamarla —"Rosalinda" .

Cuidaba a Rosalinda con tanto cariño como a su mamá. Le hablaba todos los días y la regaba para que estuviera siempre fresca y radiante. Un día, cuando Margarita llegó al jardín, se dio cuenta de que Rosalinda no estaba en su lugar habitual.

Buscó por todas partes, pero no la encontró. Estaba muy triste y preocupada porque pensaba que había perdido a su amiga. Margarita corrió a contarle a su mamá lo que había sucedido.

Su mamá escuchó atentamente y le dijo: "No te preocupes, cariño. Tal vez Rosalinda solo necesitaba explorar el mundo exterior". Margarita se sintió un poco mejor con las palabras de consuelo de su mamá.

Pasaron varios días sin noticias de Rosalinda hasta que una mañana, mientras Margarita jugaba en el jardín, vio algo asombroso: ¡Rosalinda había vuelto! Pero esta vez no era solo una rosa roja; ahora tenía pétalos rosados y blancos también.

Margarita abrazó a Rosalinda con alegría y le preguntó cómo había cambiado tanto durante su ausencia. La rosa respondió: "Cuando me fui del jardín, conocí otras flores hermosas. Me enseñaron que cada flor es única y especial a su manera".

Margarita aprendió una valiosa lección ese día: así como las flores pueden crecer y cambiar, las personas también pueden hacerlo. Comprendió que cada uno tiene sus propias cualidades únicas que los hacen especiales.

Desde ese día, Margarita disfrutó aún más del amor de su mamá sabiendo que ella también podía crecer y cambiar como una hermosa flor. Y juntas, Margarita y Rosalinda, siguieron cuidando del jardín con amor y alegría, compartiendo su amor con todas las flores que crecían a su alrededor.

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