El tesoro de las historias submarinas


Emma era una pecesita muy curiosa y creativa. A pesar de vivir en una casita pequeña, siempre encontraba la manera de divertirse y aprender cosas nuevas.

Un día, mientras Emma nadaba por el océano, encontró un tesoro escondido en una cueva submarina. ¡Era un set de pintura con colores brillantes! Emma estaba emocionada y decidió llevarlo a su casita para empezar a crear hermosos cuadros.

Al llegar a su hogar, Emma se puso su delantal y comenzó a pintar con entusiasmo. Usando sus aletitas como pinceles, creó cuadros llenos de color y alegría. Cada vez que terminaba uno, lo colgaba en las paredes de su casita.

Un día, mientras Emma nadaba cerca de los corales, escuchó unas risitas provenientes de una almejita llamada Almita. Se acercó con curiosidad y le preguntó: "¿Hola Almita! ¿Qué te hace reír tanto?". "¡Hola Emma!" -respondió Almita entre risas-.

"Es que estoy escribiendo un libro sobre historias submarinas y me divierte mucho inventar personajes". Emma se emocionó al escuchar eso. Siempre había querido escribir sus propias historias pero no sabía cómo empezar. Le pidió ayuda a Almita para aprender a escribir cuentos maravillosos.

Así fue como todas las tardes, después de jugar juntas en el arrecife coralino, Emma tomaba papel y lápiz para practicar la escritura con Almita. Juntas inventaban personajes fantásticos y creaban aventuras emocionantes en el océano.

Poco a poco, Emma se volvió una gran escritora. Sus cuentos estaban llenos de imaginación y enseñanzas para los demás pecesitos del mar. Compartía sus historias con todos aquellos que querían escucharlas, haciendo reír y soñar a los habitantes submarinos.

Un día, mientras nadaba cerca de un grupo de peces pequeños, Emma notó que algunos parecían tristes. Se acercó a ellos y les preguntó qué les pasaba.

"Emma" , dijo uno de los pecesitos con voz temblorosa, "nos sentimos solos porque no tenemos una familia". Emma sintió mucha empatía por esos pecesitos. Recordó cómo se había sentido cuando ella también estaba sola en su casita chiquita. Decidió hacer algo especial por ellos.

Con la ayuda de Almita, Emma organizó una fiesta sorpresa en su casita para esos pecesitos sin familia. Decoraron el lugar con globos coloridos y prepararon un delicioso banquete submarino.

Cuando llegaron los invitados, quedaron asombrados al ver lo hermosa que era la casita de Emma y lo bienvenida que se sentían allí. Bailaron, rieron y disfrutaron juntos toda la tarde. Al finalizar la fiesta, los pecesitos le dieron las gracias a Emma por hacerles sentir parte de una gran familia.

Fue entonces cuando Emma comprendió algo importante: no necesitaba tener una familia biológica para ser feliz; ya tenía una familia hecha por amigos amorosos como Almita y todos los demás habitantes del océano.

A partir de ese día, Emma siguió pintando, nadando, escribiendo y jugando con sus peluches. Pero ahora lo hacía sabiendo que siempre tendría a su —"familia"  del mar cerca de ella.

Y así fue como Emma, la pecesita valiente y creativa, enseñó a todos que el amor y la amistad pueden crear un hogar dondequiera que estemos.

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