El tesoro de las palabras mágicas



Había una vez un niño llamado Max, que siempre soñaba con vivir grandes aventuras. Un día, mientras jugaba en el parque cerca de su casa, encontró un mapa antiguo y misterioso.

Max lo miró con asombro y decidió que sería divertido seguir las indicaciones del mapa para descubrir qué tesoro escondía. Sin perder tiempo, comenzó a caminar por el sendero señalado en el papel.

Después de un largo camino, llegó a un hermoso bosque lleno de árboles altos y frondosos. Max se adentró valientemente en la espesura y pronto escuchó algo extraño: risas provenientes de detrás de unos arbustos. Intrigado, se acercó sigilosamente y encontró a tres duendecillos jugando con una pelota dorada brillante.

Los duendes parecían sorprendidos al verlo allí. - ¡Hola! ¿Quién eres tú? - preguntaron los duendecillos curiosos. - Soy Max y estoy siguiendo este mapa para encontrar un tesoro perdido - respondió emocionado Max.

Los duendes se miraron entre sí y sonrieron maliciosamente. Uno de ellos dijo:- Si quieres encontrar el tesoro perdido, primero debes superar tres desafíos muy difíciles.

Max aceptó el desafío sin dudarlo y los duendes le explicaron las reglas del primer desafío: tenía que cruzar un río lleno de cocodrilos hambrientos usando solo unas piedras flotantes como paso seguro. Max puso toda su concentración en cada paso que daba sobre las piedras, evitando los afilados dientes de los cocodrilos.

Finalmente, llegó al otro lado del río sano y salvo. Los duendes quedaron sorprendidos por la valentía y habilidad de Max. Le indicaron el segundo desafío: tenía que trepar una montaña empinada llena de rocas resbaladizas para llegar a la cima donde se encontraba el tesoro.

Max no se dejó intimidar por la dificultad y comenzó a escalar con cuidado. A medida que avanzaba, enfrentó vientos fuertes y resbalones peligrosos, pero su determinación lo llevó hasta la cima. Los duendecillos estaban impresionados.

Les contaron el último desafío: debía resolver un enigma complicado para abrir la puerta que ocultaba el tesoro. Max se sentó frente a la puerta y comenzó a pensar en las pistas del enigma.

Después de mucho esfuerzo mental, logró descifrarlo y abrió emocionado la puerta. Para su sorpresa, dentro había un cofre lleno de libros mágicos con historias fantásticas. Los duendes le dijeron:- El verdadero tesoro perdido es el conocimiento que adquirirás al leer estos libros maravillosos.

Max sonrió ampliamente mientras hojeaba uno de los libros. Sabía que había ganado algo más valioso que cualquier tesoro material.

A partir de ese día, Max se convirtió en un ávido lector y continuó viviendo aventuras increíbles gracias a los libros mágicos que encontró en aquel bosque encantado.

Y así, Max demostró que la verdadera aventura está en el aprendizaje y en la imaginación, y que los tesoros más valiosos no siempre son los que se buscan con un mapa, sino aquellos que se encuentran dentro de uno mismo.

FIN.

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