El Tesoro de las Tablas



En un pequeño pueblo de Argentina, había un niño llamado Lucas que siempre se divertía jugando al aire libre. Un día, mientras exploraba un viejo sótano en la casa de su abuela, descubrió un cofre misterioso cubierto de polvo.

"¿Qué será esto?" - se preguntó Lucas, abriendo el cofre con muchas ganas. Para su sorpresa, encontró un mapa antiguo y una nota que decía: "El tesoro de las Tablas está escondido y solo el que sepa multiplicar podrá hallarlo".

Intrigado, Lucas tomó el mapa y comenzó a estudiarlo. El mapa estaba lleno de dibujos extraños y símbolos que representaban las tablas de multiplicar.

"¿Qué son estas tabelas?" - se preguntó. Sin duda, se trataba de un acertijo que tenía que resolver.

Decidido a encontrar el tesoro, Lucas corrió hacia su mejor amiga, Mia.

"Mia, encontré un mapa de un tesoro, pero necesito aprender las tablas para descubrirlo" - le dijo emocionado.

"¡Vamos, juntos podemos lograrlo!" - contestó Mia entusiasmada.

Así que ambos se pusieron a trabajar. Cada día después de la escuela, Lucas y Mia se reunían para estudiar y aprender las tablas. En lugar de memorizar, hicieron juegos y rimas que hacían que las multiplicaciones fueran más divertidas. Por ejemplo, se inventaron una canción para la tabla del 2:

"Dos por uno es dos, dos por dos, cuatro, ¡qué tal!"

Poco a poco, Lucas empezó a dominar las tablas. Pasaron semanas de risas y aventuras, y cuando por fin se sintieron listos, decidieron seguir el mapa juntos.

El camino que marcaba el mapa los llevó a una antigua biblioteca del pueblo, un lugar lleno de libros polvorientos y luces suaves. En el centro, encontraron una gran puerta de madera con una cerradura brillante. Junto a la cerradura, había un pequeño cartel que decía: "Resuelve la adivinanza y la puerta se abrirá".

Los amigos miraron el mapa y vieron que tenían que multiplicar los números que habían aprendido. El reto era resolver la siguiente multiplicación: 4 x 6.

"¡Eso es fácil! Es 24" - grita Lucas.

Cuando dijo la respuesta, la cerradura comenzó a girar y la puerta se abrió con un chirrido. Con gran curiosidad, Lucas y Mia entraron a la habitación, y para su sorpresa, encontraron un hermoso cofre lleno de oro, joyas y... ¡libros! Libros cubiertos de polvo que hablaban sobre aventuras, matemáticas y el universo.

"¡Mirá todo esto!" - dijo Mia, alucinada.

"No solo es un tesoro material, también son tesoros de conocimiento" - reflexionó Lucas mientras acariciaba un libro de matemáticas.

Ambos comprendieron que el verdadero tesoro no era sólo el oro, sino todo lo que habían aprendido en su búsqueda: la magia de las multiplicaciones y la amistad.

Decidieron llevarse un libro cada uno para estudiar más, y prometieron volver a la biblioteca cada semana para seguir aprendiendo sobre otras aventuras. Nunca olvidaron la experiencia que compartieron, y cada vez que resolvían un problema de matemáticas, se acordaban de su búsqueda del tesoro.

Desde aquel día, Lucas y Mia no solo se hicieron amigos de los números, sino también de un mundo lleno de historias y conocimientos. El tesoro realmente estaba dentro de ellos y en el placer de aprender juntos.

Y así, en el pequeño pueblo, Lucas y Mia demostraron que el aprendizaje puede ser una gran aventura, ¡y que las tablas de multiplicar pueden llevarte a tesoros inimaginables!

FIN.

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