El Tesoro de las Tradiciones



En un rincón del hermoso departamento del Cauca, un joven matrimonio, María y Juan, disfrutaban de su vida cotidiana. María, nativa de la región, contaba historias de sus ancestros a su esposo, Juan, que siempre escuchaba con atención. Cada viernes, se sentaban a la orilla del río para conversar sobre el día y hacer planes para el fin de semana.

"¿Te gustaría visitar a la abuela Lupe este sábado?" -preguntó María, sonriendo.

"Claro, me encantaría escuchar todas esas historias que nunca dejan de fascinarme." -respondió Juan.

Así fue como, un sábado radiante, decidieron visitar a la abuela Lupe, la anciana más sabia del poblado, conocida por sus cuentos sobre las tradiciones ancestrales. Al llegar a su casa, se encontraron con un ambiente lleno de risas y aromas deliciosos.

"¡Hola, abuela!" -saludó María, abrazando a la anciana.

"Hola, mis cielitos. ¿Vienen a escuchar más historias?" -preguntó Lupe con una mirada brillosa.

"Sí, abuela. Hoy queremos aprender más sobre nuestras raíces." -dijo Juan ansiosamente.

Lupe se acomodó en su silla de mimbre y comenzó a relatar las hazañas de los antiguos. Habló de la importancia de respetar la tierra y de los rituales que realizaban en agradecimiento a la Madre Tierra. Pero, en medio de la narración, se detuvo por un momento y su mirada se tornó seria.

"Hay algo que perdimos, mis queridos. La sabiduría de nuestros mayores y el lenguaje que compartíamos con nuestros ancestros. Debemos encontrar la manera de transmitir nuestras tradiciones a la próxima generación." -dijo Lupe, con una expresión de preocupación.

Conmocionados, María y Juan decidieron que tenían que hacer algo. Al regresar a casa, se pusieron a pensar en cómo podían contribuir a la conservación de su cultura. Fue entonces que Juan tuvo una idea brillante.

"¿Y si organizamos un festival de tradiciones en el pueblo, donde todos puedan traer sus costumbres y hablar en nuestra lengua materna?" -propuso.

"¡Es una excelente idea!" -acordó María, emocionada. "Podríamos invitar a las familias aborígenes y enseñar sobre nuestras costumbres a través de juegos y danzas."

Ambos comenzaron a trabajar en el evento. Hicieron carteles, hablaron con los vecinos y reunieron a las familias del barrio. Finalmente, el gran día llegó. En la plaza del pueblo, el ambiente era de celebración. Un gran arco de flores adornaba la entrada, y mesas repletas de comidas típicas esperaban a los visitantes.

"Miren esas torticas de maíz, nunca he probado algo tan rico" -dijo Juan, mientras probaba una.

"Y no olvides la bebida de guanábana, ¡es deliciosa!" -respondió María.

Cuando el evento comenzó, la plaza se llenó de música, danzas y risas. Niños y adultos por igual disfrutaban, aprendiendo canciones en su lengua materna, participando en danzas tradicionales y contando historias alrededor de la fogata nocturna.

De repente, un grupo de niños se acercó a Juan.

"Señor, usted puede enseñarnos a tocar el tambor como lo hace la abuela Lupe, ¿verdad?" -preguntó un niño con grandes ojos.

"Por supuesto. Vengan, les voy a mostrar cómo se golpea el tambor y el ritmo que se utiliza en nuestras danzas." -respondió Juan, con alegría.

María vio a los niños sonreír mientras Juan les mostraba. Se dio cuenta de que, efectivamente, estaban revitalizando las tradiciones. Lupe, desde lejos, los observaba, orgullosa de lo que había comenzado. Terminando la jornada, María y Juan se sentaron en una banca, exhaustos pero felices.

"Nunca pensé que podríamos reunir a tanta gente y preservar nuestras tradiciones de esta manera." -dijo Juan, mirando a su alrededor.

"Lo logramos, amor. Juntos estamos haciendo historia." -respondió María, con una sonrisa.

Y así, cada año, con el festival ya establecido en la comunidad, las tradiciones comenzaron a fluir nuevamente en el corazón de su pueblo. Todos aprendieron que la mejor manera de honrar a sus ancestros era compartir la riqueza de su cultura con las nuevas generaciones. Desde entonces, el amor y el respeto por la tierra, las historias y el idioma se convirtieron en el verdadero tesoro de María y Juan y de toda su comunidad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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