El Tesoro de los Fantasmas Amigables



Érase una vez, en un antiguo castillo encantado, vivían cinco fantasmas amigables: Fantina, el Fantasma del Viento; Pablito, el Fantasmín del Jardín; Lila, el Fantasma de los Libros; Tino, el Fantasma de la Música; y Gabi, el Fantasma Caramelo. Aunque su apariencia era espeluznante, en realidad, eran muy divertidos y siempre estaban dispuestos a ayudar a quienes se encontraban en su camino.

Un día, mientras exploraban el fondo del castillo, decidieron hacer una competencia para ver quién podía encontrar algo más curioso.

"¡Yo buscaré en la biblioteca!" - anunció Lila, emocionada por encontrar un libro antiguo.

"Yo iré al jardín, seguro hay algo mágico escondido entre las flores!" - dijo Pablito, mientras sonreía.

"Yo revisaré la torre, seguro hay objetos de música antiguos!" - gritó Tino, ya imaginando melodías en su mente.

Fantina y Gabi se quedaron en la gran sala del castillo, buscando pistas en las viejas pinturas que decoraban las paredes. Justo entonces, Gabi tropezó con un gran cofre cubierto de polvo.

"¡Chicos, vengan! Encontré algo increíble!" - exclamó Gabi, con sus ojos brillando de emoción.

Todos corrieron hacia Gabi mientras él retiraba el polvo del cofre. Al abrirlo, sus corazones latían rápidamente. Dentro había monedas brillantes, joyas deslumbrantes y un mapa antiguo, rasgado por los bordes pero claramente valioso.

"¡Es un tesoro!" - exclamó Pablito, sin poder contener su alegría.

"¿Qué haremos con todo esto?" - preguntó Lila, preocupada.

"Podríamos quedárnoslo..." - dijo Tino, pero inmediatamente miró a sus amigos y agregó "o mejor, podríamos usarlo para hacer algo bueno."

Después de discutir un poco, decidieron usar el tesoro para ayudar a los niños del pueblo. Reunieron el dinero y también comenzaron a pensar en actividades que podrían organizar.

"Podríamos hacer una biblioteca en el pueblo!" - sugirió Lila.

"Y un jardín mágico donde todos puedan jugar!" - propuso Pablito.

"¡Y un festival con música!" - gritó Tino, ya imaginando las melodías que tocarían.

Con el corazón lleno de alegría, comenzaron su gran plan. Cada fantasma eligió una tarea y, en un abrir y cerrar de ojos, el castillo se llenó de color y vida. Reunieron más amigos fantasmas que se unieron a su misión. Pero había algo más en el mapa que habían encontrado; una segunda parte que indicaba la existencia de un lugar secreto donde podían plantarse las semillas para un futuro jardín comunitario.

El día siguiente, decidieron seguir el mapa. Después de atravesar pasillos oscuros y escaleras crujientes, encontraron una puerta escondida detrás de un gran cuadro. La puerta crujió al abrirse, revelando un hermoso jardín secreto repleto de flores de todos los colores.

"¡Es maravilloso!" - dijo Fantina al ver los brillantes colores de las flores.

"¿Qué estamos esperando? ¡Vamos a plantar!" - insistió Gabi, emocionado.

Todo el grupo trabajó arduamente, plantando flores y decorando el sitio con globos y cintas de colores. La magia del lugar hizo que todo floreciera rápidamente. Cuando el jardín estuvo listo, organizamos el gran festival. Los niños del pueblo fueron invitados a celebrar junto a los fantasmas, quienes, gracias a su tesoro, habían creado un lugar mágico lleno de risas.

"¡Esto es increíble!" - dijo un niño, mientras corría entre las flores.

"Gracias, fantasmas!" - gritaron todos al unísono.

Ese día, los fantasmas no solo encontraron un tesoro, sino que también descubrieron la verdadera riqueza: la felicidad que se siente al compartir y ayudar a los demás. A partir de ese momento, el castillo encantado se convirtió en un lugar donde la amistad y la generosidad florecían, y cada año celebraban el festival con niños, dejando huellas de magia en sus corazones.

Y así, los cinco fantasmas amigables vivieron felices, sabiendo que la verdadera aventura estaba en hacer sonreír a los demás.

FIN.

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