El tesoro de Lucía



Había una vez, en el hermoso jardín de la casa de Martina, una pequeña lomriz llamada Lucía. Lucía era muy curiosa y siempre estaba explorando cada rincón del jardín en busca de aventuras emocionantes.

Un día soleado, mientras se deslizaba por la tierra húmeda y fresca, Lucía tropezó con una piedra escondida y ¡plop! Se cayó al suelo. Al levantarse, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Había perdido un diente.

Lucía se sintió triste y preocupada. Sabía que los dientes eran importantes para comer y mantenerse saludable.

¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podría disfrutar su comida favorita sin todos sus dientes? Justo en ese momento, apareció Mateo, un simpático gusano que vivía cerca del jardín. Mateo había escuchado el ruido de la caída y decidió acercarse para ver si todo estaba bien. "¡Hola Lucía! ¿Estás bien?" -preguntó Mateo con preocupación. "Hola Mateo", respondió Lucía con voz temblorosa-.

"Perdí un diente cuando me caí". Mateo miró a Lucía con ternura y le dijo: "No te preocupes, amiga. Los dientes son importantes, pero hay muchas otras cosas maravillosas que puedes hacer sin ellos". Lucía frunció el ceño confundida.

No entendía cómo podían ser las cosas maravillosas sin todos sus dientes. Mateo sonrió y comenzó a contarle historias sobre otros animales del jardín que habían superado obstáculos y encontrado la felicidad a pesar de las dificultades.

"Conozco a una mariquita llamada Lola que tiene solo tres patas, pero eso no le impide volar alto y disfrutar del sol", dijo Mateo. Lucía se sorprendió al escuchar esto. Nunca había pensado que alguien pudiera ser feliz con menos piernas.

Mateo continuó: "Y también hay una abeja llamada Benito que perdió un ala, pero sigue siendo increíblemente valiente y trabaja duro para recolectar miel". Lucía comenzó a sentirse más animada al escuchar estas historias inspiradoras.

Se dio cuenta de que su pérdida no la definía y que aún podía hacer muchas cosas maravillosas sin ese diente perdido.

Decidida a seguir adelante, Lucía se levantó del suelo y exclamó: "¡Gracias, Mateo! No importa si me falta un diente, ¡seguiré explorando el jardín y disfrutando cada día!"Desde ese día, Lucía aprendió a valorar lo que tenía en lugar de preocuparse por lo que le faltaba. Descubrió nuevas formas de comer sus alimentos favoritos sin necesidad de todos sus dientes.

También se dio cuenta de lo fuerte y valiente que era al superar cualquier obstáculo.

Y así, con una sonrisa en su rostro (dientes o no), Lucía siguió deslizándose por el jardín junto a Mateo, disfrutando cada momento y compartiendo su historia inspiradora con otros animales del lugar. Porque aunque la lomriz había perdido un diente, nunca perdió la alegría y la determinación de vivir una vida plena y feliz.

FIN.

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