El tesoro de mi cuerpo



Una vez, había un niño llamado Mateo que tenía un tesoro muy especial: ¡su cuerpo! Con él, podía correr, saltar, jugar y sentir muchas cosas.Mateo amaba su cuerpo. Cada mañana se miraba en el espejo y sonreía.

"¡Qué lindo que soy!" -decía con alegría, brincando como un canguro.

Su mamá siempre le decía que su cuerpo era una maravilla y que debía cuidarlo con mucho amor. Un día, mientras jugaba en el parque, Mateo vio a su amiga Sofía.

"¡Sofía! ¡Llegaste justo a tiempo para jugar al escondite!" -gritó.

Sofía se unió y juntos corrieron, se escondieron y se rieron. Pero mientras jugaban, un amigo nuevo, Ignacio, se acercó.

"¡Hola, chicos! ¿Puedo jugar con ustedes?"

"¡Claro!" -respondió Mateo.

Ignacio se unió al juego, pero pronto empezó a hacer cosas raras. Cuando Mateo se escondió, Ignacio le dijo:

"Ven, Mateo. Te voy a mostrar algo especial. Solo para nosotros dos."

Mateo se sintió un poco incómodo. Sin saber qué hacer, trató de ignorarlo.

"No, gracias, Ignacio. Prefiero seguir jugando aquí."

Ignacio, algo molesto, insistió:

"No seas aburrido. No le digas a nadie. ¡Es nuestro secreto!"

Mateo se sintió más incómodo y no le gustó lo que Ignacio decía. Pensó en lo que su mamá siempre le decía:

"Si algo te hace sentir incómodo, tenés que hablarlo. Nunca es un secreto para guardar."

Así que decidió contarle a Sofía.

"Sofía, no me gusta lo que Ignacio dice. No quiero que sea un secreto. ¿Podemos hablar con la maestra?"

Sofía asintió, confiando en Mateo. Juntos se acercaron a la maestra y le contaron.

"Queremos seguir jugando, pero necesitamos ayuda. Ignacio nos dijo que guardáramos un secreto y eso nos hace sentir mal."

La maestra escuchó atentamente y les dijo:

"¡Qué bien que han hablado! Es muy importante que siempre digan lo que sienten. No hay secretos que valgan si hay algo que les hace sentir incómodos. Vamos a hablar con Ignacio.about."

Mateo se sintió un poco nervioso, pero también aliviado. La maestra llevó a los tres a un lugar tranquilo y explicó la importancia de respetar los sentimientos de los demás.

Ignacio, al escuchar, comprendió que había hecho mal.

"Lo siento, no quería hacerlos sentir incómodos. No sabía que les desagradaba."

Mateo sonrió, agradecido por que su amiga Sofía y la maestra habían estado de su lado.

"Está bien, Ignacio. Pero por favor, no hagas más cosas que nos hagan sentir incómodos."

Ignacio prometió que siempre respetaría a sus amigos de ahora en adelante. Juntos, los tres volvieron a jugar, más felices que nunca.

Desde ese día, Mateo comprendió que su cuerpo era un tesoro, pero también lo era su voz y sus sentimientos.

"¿Ves, Sofía? Cuanto más cuidamos de nosotros mismos y hablamos, más brillamos. ¡No hay secretos peligrosos!" -dijo Mateo con una gran sonrisa.

Y así, disfrutaron del parque, sintiéndose más fuertes y felices, porque sabían que cuidar su cuerpo también significaba cuidar su corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!