El tesoro de Romanella


Había una vez una pequeña niña llamada Romanella. Era hermosa y siempre estaba llena de alegría. A sus 4 años, ya tenía dos gatos muy traviesos, Simona y Rogelio, que la acompañaban en todas sus aventuras.

Desde muy temprana edad, Romanella descubrió que le encantaba treparse por todos lados. No había árbol o estructura que se le resistiera. Su mamá siempre se preocupaba por su seguridad, pero Romanella siempre demostraba tener mucho cuidado.

Un día soleado, mientras jugaba en el jardín junto a Simona y Rogelio, Romanella vio un árbol enorme frente a ella. Sin pensarlo dos veces, decidió escalarlo hasta llegar a la rama más alta.

Desde allí podía ver todo su vecindario y sentirse como la reina del mundo. Mientras disfrutaba de su vista privilegiada, notó algo extraño en el techo de su casa: una mancha grande de color gris oscuro.

Curiosa como era, decidió bajar del árbol rápidamente para investigar qué era aquello. Al acercarse a la casa, vio a su mamá mirando con preocupación hacia arriba. "-Romanella, ¿has visto esto? Parece que se ha filtrado agua al techo", dijo su mamá con tono preocupado.

Romanella tomó un papel y unos colores y comenzó a dibujar lo que veía en el techo: una mancha redonda rodeada de líneas irregulares.

Después de terminar su dibujo, se dio cuenta de algo sorprendente: ¡la mancha parecía ser un mapa! Animada por su descubrimiento, Romanella decidió que ella y sus gatos debían encontrar el tesoro escondido en su casa. Siguiendo las pistas del mapa, se adentraron en una emocionante búsqueda. Recorrieron cada habitación de la casa, abriendo puertas y revisando armarios.

Pero no encontraban nada más que juguetes y ropa. Sin embargo, no se dieron por vencidos. Finalmente, llegaron a la última habitación: el sótano. Con un poco de miedo pero mucha valentía, descendieron las escaleras.

Allí encontraron una caja antigua cubierta de polvo. Con mucha emoción, Romanella abrió la caja y encontró algo maravilloso: ¡un set completo de pinturas! Eran los colores más vibrantes que había visto jamás.

Desde ese día, Romanella pasaba horas dibujando y pintando con sus nuevos materiales. Descubrió que podía expresar todas sus emociones a través del arte. Sus dibujos llenaban las paredes de su casa y siempre contaban historias llenas de alegría y amor.

La búsqueda del tesoro había sido un éxito en muchos sentidos. No solo habían encontrado el regalo perfecto para Romanella, sino que también habían descubierto su verdadera pasión: ser una artista.

A partir de ese momento, Romanella continuó explorando el mundo a través de sus dibujos y compartiendo su amor por el arte con todos los demás niños del vecindario.

Y así fue como una pequeña niña llamada Romanella demostró al mundo que no hay límites cuando se trata de perseguir nuestros sueños y encontrar nuestra verdadera pasión.

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