El Tesoro de Solaz


En un lejano pueblo llamado Solaz, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era un pequeño curioso y valiente que siempre estaba en busca de aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una cueva misteriosa. Sin dudarlo, decidió adentrarse en ella. Dentro de la cueva, Mateo descubrió un tesoro brillante que emanaba luz propia. Fascinado por su hallazgo, se acercó lentamente y lo tomó entre sus manos.

De repente, escuchó una voz suave que provenía del tesoro: "¡Hola, soy Luminoso, el guardián de este tesoro! ¿Cómo te llamas?", dijo la voz. "Soy Mateo", respondió el niño asombrado.

Luminoso le explicó a Mateo que aquel tesoro tenía el poder de conceder deseos a quien lo poseyera, pero también le advirtió sobre los peligros de usarlo sin sabiduría. A pesar de ello, Mateo emocionado pidió su primer deseo: volar por los cielos como un pájaro.

En cuestión de segundos, Mateo sintió cómo sus pies abandonaban el suelo y comenzaba a elevarse en el aire con una sensación indescriptible. Volando velozmente sobre los árboles y las montañas, experimentaba una libertad nunca antes sentida.

Sin embargo, la emoción pronto se convirtió en temor cuando se dio cuenta de que no sabía cómo descender. En ese momento recordó las palabras de Luminoso y comprendió la importancia de pensar con claridad antes de actuar impulsivamente.

Con determinación pronunció las palabras mágicas: "¡Quiero volver al suelo sano y salvo!". Instantáneamente, Mateo sintió cómo regresaba al suelo firme y seguro.

Agradecido por haber aprendido esa valiosa lección, decidió devolver el tesoro a Luminoso para evitar caer en la tentación de pedir más deseos irresponsablemente. Desde ese día, Mateo siguió explorando el mundo con curiosidad y valentía, recordando siempre la importancia de pensar antes de actuar y valorar lo que realmente importa en la vida.

Y aunque ya no poseía un tesoro mágico, sabía que la verdadera magia residía en su interior para crear momentos inolvidables cada día.

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