El tesoro de Villa Juguete



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Juguete, un niño llamado Juan que tenía una gran colección de juguetes. Tenía autos a control remoto, muñecas, pelotas y muchos más.

Pero a pesar de tener tantos juguetes, Juan siempre estaba buscando algo nuevo y emocionante. Un día, en la tienda de juguetes del pueblo, vio el juguete de moda: un robot que podía bailar y cantar.

Todos los niños del pueblo estaban obsesionados con ese robot y Juan no fue la excepción. Quería ese juguete más que nada en el mundo. Así que decidió vender todos sus juguetes para poder comprarlo.

Cuando finalmente tuvo suficiente dinero para adquirir el tan ansiado robot, corrió a la tienda y lo compró emocionado. Pero para su sorpresa, una vez que llegó a casa y lo encendió, el robot no era tan divertido como esperaba. No era tan genial como parecía en la publicidad.

Juan se sintió triste y arrepentido por haberse deshecho de sus viejos juguetes solo por seguir una moda pasajera. Quería recuperarlos pero ya los había vendido todos.

Decidido a solucionar su error, Juan fue a hablar con Don Tomás, el dueño de la tienda de segunda mano donde vendió sus antiguos juguetes. Don Tomás era un hombre amable con barba blanca que siempre tenía una sonrisa en su rostro.

"Don Tomás, ¿podrías ayudarme? Vendí todos mis viejos juguetes para comprar este nuevo robot pero me arrepiento mucho. ¿Hay alguna forma de recuperarlos?" -preguntó Juan con tristeza en sus ojos. Don Tomás escuchó atentamente la historia de Juan y le dijo: "Entiendo cómo te sientes, querido Juan.

A veces pensamos que algo nuevo será mejor que lo antiguo sin apreciar realmente lo valioso que teníamos antes". "Pero no te preocupes", continuó Don Tomás mientras señalaba hacia atrás detrás del mostrador. "Tus antiguos juguetes aún están aquí esperándote".

Juan no podía creerlo; allí estaban sus queridos autos a control remoto, las muñecas e incluso las pelotas coloridas que tanto disfrutaba jugar.

"¡Gracias Don Tomás! ¡Nunca volveré a menospreciar lo que tengo!" -dijo Juan emocionado mientras abrazaba a sus viejos amigos jugueteros. Desde ese día en adelante, Juan aprendió a valorar lo que tenía y dejó de seguir modas pasajeras sin pensar en las consecuencias.

Jugaba felizmente con sus antiguos juguetes sabiendo que eran mucho más especiales para él que cualquier cosa nueva y reluciente del mercado. La lección quedó grabada en su corazón: Lo antiguo puede ser oro si se sabe apreciarlo correctamente.

Y así vivieron felices él y sus invaluables tesoros infantiles en Villa Juguete para siempre.

FIN.

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