El tesoro del arroyo seco


En un hermoso pueblo rodeado de verdes montañas y frondosos bosques, vivía una niña llamada Carolina. Todos los días, ella jugaba alegremente cerca del arroyo que atravesaba el pueblo, donde el agua fluía cristalina y fresca. Un día, algo inesperado sucedió. El arroyo se secó por completo, dejando a todos los habitantes del pueblo sin agua. Los árboles perdieron su color, los campos se marchitaron y los animales sufrían sed. La desesperación se apoderó de todos. Carolina decidió emprender un viaje en busca de una solución.

Armada con valentía, Carolina se adentró en el bosque, decidida a encontrar la fuente de agua que alguna vez abasteció al arroyo. En su camino, conoció a un conejito llamado Benito, quien le dijo:

- ¡Hola, Carolina! He escuchado sobre tu valiente misión. ¿Puedo acompañarte en esta aventura?

Carolina aceptó encantada la compañía de Benito y juntos continuaron su travesía. Pronto, se encontraron con un zorrito llamado Renato, quien se unió al grupo con entusiasmo. Después de caminar por horas, llegaron a un río cristalino, pero descubrieron que estaba bloqueado por rocas y troncos.

- Debemos despejar el camino para que el agua fluya nuevamente -dijo Carolina con determinación.

Con trabajo en equipo, lograron despejar el río y el agua volvió a fluir, llenando de vida el arroyo y revitalizando el pueblo. Todos se unieron en alegría, agradeciendo a Carolina, Benito y Renato por su valentía y dedicación. A partir de ese día, el pueblo valoró el agua como un tesoro invaluable y se comprometió a cuidar y proteger el arroyo para siempre.

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