El Tesoro del Bosque
En un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque, vivía un niño llamado Mateo. A Mateo le encantaba jugar al fútbol en el campo que había detrás de su casa. Sin embargo, su lugar favorito era una antigua cabaña de madera que había encontrado un día mientras exploraba el bosque. La cabaña había estado vacía por años, pero para él, era un refugio lleno de magia y aventura.
Un día, mientras Mateo jugaba al fútbol, se dio cuenta de que la pelota había rodado hacia el bosque. "¡Oh no!"- exclamó, corriendo detrás de ella. Al entrar al bosque, notó que el lugar estaba lleno de sombras. Miró a su alrededor y, de repente, escuchó un ruido extraño. Era un lobo que lo miraba desde la distancia.
"¿Quién eres tú?"- preguntó Mateo, un poco asustado.
"Soy Lobo, el guardián del bosque. Nadie puede pasar sin mi permiso"- respondió el lobo con voz profunda.
Mateo, con su espíritu aventurero, no se dejó intimidar. "No estoy aquí para causar problemas, solo busco mi pelota de fútbol"- dijo, tratando de sonar valiente.
"Si quieres recuperarla, tendrás que ayudarme primero"- respondió Lobo. "He perdido algo muy valioso, un tesoro escondido que solía proteger. Ayúdame a encontrarlo, y te devolveré tu pelota"-.
Intrigado, Mateo aceptó la propuesta. "De acuerdo, ¿dónde empieza la búsqueda?"- preguntó emocionado.
"Debemos ir a la cabaña, allí hay una pista"- dijo Lobo, mientras comenzaba a caminar hacia la cabaña.
Al llegar, encontraron una bolsa de cuero antigua. "Mira, puede que dentro de esta bolsa esté el mapa del tesoro"- dijo Lobo. Mateo abrió la bolsa, y con gran sorpresa, encontró un viejo mapa dibujado a mano.
"¡Esto es increíble!"- exclamó Mateo. "¿Vamos a buscarlo juntos?"-.
"Por supuesto"- respondió Lobo con una sonrisa, ya que no esperaba encontrar a un niño tan valiente.
Siguiendo el mapa, cruzaron ríos y subieron montañas. Hicieron un trato: si Mateo encontraba el tesoro, Lobo le enseñaría a jugar al fútbol.
"Pero serás mi compañero, no mi rival"- advirtió Mateo, intentando bromear.
Después de muchas aventuras, llegaron a un antiguo edificio cubierto de enredaderas. "El tesoro está ahí dentro"- dijo Lobo, señalando la puerta. Con un fuerte empujón, Mateo abrió la puerta y entraron. Dentro, encontraron un cofre dorado, pero estaba cerrado. ¡No había llave!"¿Qué hacemos ahora?"- preguntó Mateo, frustrado.
"El mapa debe tener alguna pista más. Busquemos"- dijo Lobo, mirando alrededor.
Después de inspeccionar el lugar, Mateo encontró una inscripción en la pared: "Solo el valor y la amistad abrirán el camino".
"Mi amistad con vos debe ser la clave"- razonó Mateo. "¿Quiere decir que debemos darnos la mano y decir una frase mágica?"-.
"Los lobos no tienen frases mágicas, pero tu decisión de ayudarme ya es un gran paso"- respondió Lobo.
Así que, tomando la iniciativa, Mateo extendió su mano hacia Lobo y dijo: "¡Amistad y valentía!"-. Con un brillo en el aire, el cofre se abrió. Dentro había monedas de oro, joyas brillantes, y un trofeo grande de fútbol.
"¡Lo logramos!"- gritó Mateo, lleno de alegría. "¿Y ahora qué hacemos con todo esto?"- preguntó curioso.
"Esto no solo es mío, ahora es nuestro. Podemos usarlo para ayudar a los demás en el pueblo"- sugirió Lobo, atónito por la generosidad del niño.
Juntos, decidieron construir un nuevo campo de fútbol en el pueblo y hacer donaciones a los niños necesitados. Así, la amistad entre un niño y un lobo se volvió un gran ejemplo para todos, demostrando que a veces, los mayores tesoros están en el corazón.
Desde ese día, Mateo y Lobo se volvieron inseparables. Jugaban al fútbol en el nuevo campo, y siempre recordaban que las aventuras son mejores cuando las compartimos con amigos. Y así, el bosque, la cabaña y el viejo edificio se llenaron de risas y alegría, y nunca más se sintieron vacíos.
FIN.