El tesoro del bosque mágico



Había una vez un bosque mágico en el que vivían un león llamado Leopoldo, un burro llamado Bartolomé y un mono llamado Manolo.

También había dos niños, Martín y Sofía, quienes eran hermanos y siempre estaban llenos de energía y curiosidad. Un día, los dos niños decidieron entrar al bosque en busca de un antídoto para su abuelita que estaba enferma. Sabían que en el bosque mágico existían plantas con poderes especiales capaces de sanar cualquier enfermedad.

Sin embargo, al adentrarse en el bosque, se encontraron con Leopoldo, el león del bosque. Leopoldo tenía mucha hambre y pensó que los niños serían una buena cena.

Se acercó a ellos con sus afilados colmillos relucientes mientras los niños temblaban de miedo. - ¡Ayuda! ¡Nos quiere devorar! -gritó Martín asustado. En ese momento apareció Manolo, el mono travieso pero valiente. Saltó sobre la cabeza del león y comenzó a hacerle muecas graciosas para distraerlo.

- ¡Ey león! ¿No te gustaría más jugar con nosotros? -dijo Manolo haciendo gestos divertidos. Leopoldo quedó desconcertado ante la actitud juguetona del mono y olvidó por completo su idea de comérselos. Pero aún así seguía sintiendo hambre.

En ese instante llegó trotando Bartolomé, el burro sabio del bosque. Al ver la situación comprendió lo que estaba ocurriendo y decidió ayudar a los niños.

- ¡Hola amigos! Parece que necesitan una mano, o mejor dicho, una pata -dijo Bartolomé con una sonrisa. El burro se acercó al león y comenzó a contarle historias divertidas sobre sus viajes por el mundo. Leopoldo quedó fascinado escuchando las aventuras de Bartolomé y su estómago dejó de gruñir.

Después de un rato, los niños se dieron cuenta de que el león ya no quería comérselos. Se acercaron lentamente y le explicaron a Leopoldo la razón por la cual habían entrado al bosque.

- Estamos buscando un antídoto para nuestra abuelita enferma -dijo Sofía con voz suave pero decidida. Leopoldo se sintió conmovido por la noble causa de los niños y ofreció su ayuda para encontrar el antídoto.

Juntos, los cuatro amigos exploraron cada rincón del bosque mágico en busca de la planta curativa. Después de mucho buscar, encontraron una hermosa flor brillante en medio del claro del bosque. Era exactamente lo que estaban buscando: el antídoto perfecto para sanar a su abuelita.

Los niños agradecieron profundamente a Leopoldo, Manolo y Bartolomé por su valiosa ayuda. Regresaron a casa corriendo y entregaron el antídoto a su abuelita, quien poco a poco comenzó a sentirse mejor gracias al poder curativo del bosque mágico.

Desde ese día, Martín y Sofía visitaban regularmente al león, al mono y al burro en el bosque mágico. Aprendieron que la verdadera amistad y el trabajo en equipo pueden superar cualquier obstáculo.

Y así, gracias a esta aventura, los niños aprendieron la importancia de ayudar a los demás, incluso cuando se encuentran en situaciones difíciles. Además, descubrieron que todas las criaturas, grandes o pequeñas, tienen algo valioso que aportar al mundo.

El bosque mágico siempre será recordado como el lugar donde una gran amistad floreció entre un león hambriento, un burro sabio y un mono travieso. Y eso demostró que juntos podían hacer cosas increíbles y maravillosas por aquellos que más lo necesitaban.

FIN.

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