El Tesoro del Bosque Mágico



Una soleada mañana, Tito el pequeño tigre, Lola la peroquita y Max el mono curioso se reunieron en su lugar de encuentro favorito, un claro del bosque lleno de flores y risas. Esa mañana, Tito llegó emocionado con un mapa en su patita.

"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Tito.

"¿Qué es eso?" - preguntó Lola, acercándose volando a ver mejor.

"Es un mapa del tesoro. ¡Está marcado con una gran X!" - respondió Tito.

Max, que no podía contener su curiosidad, se subió rápidamente a una rama para mirar por encima del hombro de Tito.

"¡Guau! ¡Vamos a buscarlo!" - gritó Max, moviendo su colita emocionado.

Así, los tres amigos decidieron aventurarse por el bosque en busca del tesoro. Siguiendo el mapa, atravesaron un sendero lleno de árboles altos y frondosos.

"Asegurémonos de estar atentos a los signos del mapa" - sugirió Lola mientras planeaba junto a ellos.

El primer lugar marcado era un arroyo brilloso. Al llegar, se encontraron con una extraña piedra brillante en el agua.

"Esto no está en el mapa" - dijo Tito, mirando la piedra con atención.

"Podría ser un indicio, tal vez el tesoro esté cerca" - dijo Max, saltando de rama en rama mientras contemplaba el arroyo.

Decidieron recoger la piedra, pensando que les podría ayudar. Un poco más adelante en su aventura, llegaron a un claro donde había una colmena llena de abejas.

"Cuidado, hay abejas" - advirtió Lola.

"Pero podemos pedirles ayuda. Seguramente saben del tesoro" - sugirió Tito.

Max se acercó a la colmena y, con cortesía, les preguntó a las abejas:

"Hola, queridas abejas, estamos buscando un tesoro en este bosque. ¿Han visto algo por aquí?"

Las abejas, un poco sorprendidas, respondieron:

"¡Sí! A veces los animales pasan por aquí buscando algo especial. Les damos una pista: el tesoro podría estar entre el árbol más viejo y el río más caudaloso."

"¡Gracias!" - dijeron los tres amigos a coro mientras se alejaban llenos de alegría.

Siguiendo el consejo de las abejas, continuaron su camino. Tras caminar y caminar, vieron un árbol gigante, más viejo que todos los demás. Sus ramas eran tan anchas que podrían haber construido una casa en él.

"Esto debe ser el árbol que decían las abejas" - dijo Max, mirando hacia arriba.

Excavaron un poco alrededor del árbol y, de repente, Max gritó:

"¡Lo encontré!" - Era un cofre desgastado por el tiempo.

"¡Abrámoslo!" - dijo Lola emocionada.

Cuando abrieron el cofre, en vez de encontrar oro y joyas, lo que había adentro era un montón de semillas y una nota que decía:

"Este tesoro es para aquellos que cuiden y alimenten la tierra. Plantar estas semillas hará que nuestro bosque sea aún más hermoso."

Tito, Lola y Max se miraron, un poco confundidos al principio, pero luego se dieron cuenta de lo que esto significaba.

"Ahora entiendo, el verdadero tesoro es el bosque y todo lo que crece en él" - dijo Tito, su rostro iluminado por una sonrisa.

"¡Sí! Y podemos ayudar a que crezca aún más!" - añadió Lola, llena de entusiasmo.

"¡Vamos a plantar estas semillas por todo el bosque!" - gritó Max, lleno de energía.

Así que, los tres amigos se pusieron a trabajar. Durante días, sembraron las semillas en diferentes lugares del bosque. Con cada semilla que plantaban, sentían que estaban haciendo algo mágico, ayudando a que su hogar fuese más hermoso y lleno de vida.

Un día, mientras admiraban todo lo que habían sembrado, se sintieron muy orgullosos de su trabajo. La primavera llegó llena de flores y frutos, y se dieron cuenta de que habían encontrado un tesoro mucho más valioso que el oro.

"El verdadero tesoro es cuidar del lugar donde vivimos y hacerlo crecer" - decía Tito mientras miraban las bonitas plantas.

Y así, los tres amigos aprendieron que el trabajo en equipo, la amistad y el amor por la naturaleza son los tesoros más grandes de todos. Desde entonces, cada vez que veían una pequeña planta florecer, sonreían, sabiendo que ellos habían sembrado algo especial.

Fin

FIN.

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