El tesoro del bosque y la serpiente temible
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, dos hermanos muy traviesos y juguetones: David y Bibiana.
David era un niño alto y delgado, con ojos brillantes y risueños; mientras que Bibiana era una niña bajita y regordeta, con rizos rebeldes que siempre le caían sobre la cara. Desde pequeños, a David le encantaba llamar —"cerdito" a su hermana Bibiana, lo cual la hacía enfurecer.
Y a Bibiana le gustaba llamar —"poter" a su hermano David, provocando risas entre ellos. A pesar de sus diferencias y bromas constantes, se querían mucho.
Un día, mientras jugaban en el jardín de su casa, encontraron un mapa antiguo que parecía llevar a un tesoro escondido en el bosque detrás de la colina. Emocionados por la aventura que les esperaba, decidieron seguir las indicaciones del mapa. "¡Vamos cerdito! ¡Seguro que encontraremos un tesoro fabuloso!", exclamó David emocionado. "Está bien poter, pero no te emociones tanto.
Podríamos perdernos", respondió Bibiana con cautela. Caminaron durante horas siguiendo el mapa hasta llegar a una cueva misteriosa en lo profundo del bosque. Allí descubrieron un cofre dorado lleno de monedas antiguas y joyas centelleantes.
Estaban maravillados por haber encontrado semejante tesoro. De repente, escucharon un ruido proveniente de las sombras de la cueva. Era una enorme serpiente que bloqueaba la salida. Los dos hermanos se miraron con temor, sin saber qué hacer.
"Tranquila cerdito, yo te protegeré", dijo valientemente David. "Gracias poter... ¡pero debemos pensar rápido para salir de esta!", respondió Bibiana nerviosa.
Fue entonces cuando recordaron las historias que su abuelo les contaba sobre cómo ahuyentar a las serpientes con música alegre. Así que sacaron sus instrumentos musicales (una flauta para David y un tambor para Bibiana) y empezaron a tocar una melodía divertida y pegajosa.
La serpiente comenzó a moverse al ritmo de la música hasta salir corriendo despavorida de la cueva dejando libre el camino hacia afuera. Los dos hermanos salieron victoriosos llevándose el tesoro consigo.
Al regresar a Villa Feliz convertidos en héroes locales, comprendieron que juntos podían superar cualquier desafío por más grande que fuera si trabajaban en equipo y se apoyaban mutuamente.
Desde ese día en adelante, dejaron atrás los apodos molestos y se prometieron llamarse por sus nombres reales: David y Bibiana; demostrando así que lo importante no son las palabras negativas o los apodos hirientes sino el amor fraternal que siempre prevalece cuando nos necesitamos mutuamente.
Y colorín colorado este cuento ha terminado pero su mensaje perdurará por siempre: nunca subestimes el poder del trabajo en equipo ni olvides valorar el cariño sincero entre hermanos.
FIN.