El Tesoro del Buen Corazón



En un pequeño pueblo, había una iglesia conocida por todos como 'La casa de la bondad'. Su sacerdote, el padre Juan, era querido por todos los niños y adultos. Siempre tenía una sonrisa y una historia inspiradora que contar. A pesar de su bondad, había un misterio en la iglesia: se decía que había un tesoro escondido en su interior, pero nadie sabía dónde estaba.

Un día, un grupo de amigos decidió que quería descubrir el tesoro. Los niños, Lucía, Mateo, y Sofía, se acercaron al padre Juan y le preguntaron:

"Padre Juan, ¿es verdad que hay un tesoro en la iglesia?"

"Así es, pero no es un tesoro de oro ni joyas. El verdadero tesoro está en el corazón de cada uno de nosotros".

Los niños se miraron confundidos. Ellos querían encontrar algo físico, algo que pudieran tocar. Intrigados, decidieron buscar el tesoro, así que pasaron la semana haciendo buenas acciones en la comunidad. Recolectaron comida para los pobres, ayudaron a sus vecinos mayores y limpiaron el parque del pueblo.

Cada día, el padre Juan se unía a ellos y les contaba historias sobre la importancia de la amistad, la generosidad y el amor. Los niños comenzaron a entender que las acciones bondadosas hacían feliz a la gente y a ellos mismos.

Una tarde, mientras estaban en el parque, Lucía exclamó:

"Creo que estamos más cerca del tesoro. ¡Miren a todas las personas sonriendo!"

"Sí, pero... no tenemos el oro que pensábamos encontrar".

"Tal vez, el oro no es lo que necesitamos. Tal vez el tesoro son las sonrisas y la felicidad que damos a los demás".

Decidieron que ya no les importaba tanto encontrar el tesoro material. Se sintieron felices con sus acciones y, además, la comunidad estaba más unida que nunca.

Finalmente, un domingo, después de misa, todos los niños se acercaron al padre Juan.

"Padre, gracias por mostrarnos lo que realmente importa. ¿Esto es el tesoro?"

"Así es, mis queridos. El verdadero tesoro es el amor que compartimos, las manos que ayudan y los corazones que se preocupan unos por otros. Juntos hemos construido un tesoro que nadie puede robar".

Desde entonces, el pueblo se llenó de alegría y unidad, y los niños aprendieron que el tesoro verdadero no siempre es visible, pero se siente en el corazón. Y cada vez que hacían una buena acción, hacían una pequeña aportación a ese inmenso tesoro que tenían en la comunidad.

Así, la iglesia del padre Juan se convirtió no solo en un lugar de fe, sino también en un lugar donde el amor y la bondad eran el verdadero oro que todos buscaban. Y cada año, todos en el pueblo celebraban 'El Día del Tesoro', donde compartían historias de bondad y ayudaban a quienes más lo necesitaban, recordando siempre que el verdadero tesoro es el de un buen corazón.

FIN.

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