El tesoro del camino hacia la escuela
Había una vez un pequeño niño llamado Tomás que vivía en un pueblo muy humilde. Todos los días, Tomás caminaba kilómetros para llegar a su escuela, con la esperanza de aprender algo nuevo. Un día, en su camino hacia la escuela, Tomás vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó con curiosidad y descubrió que era un cofre pequeño y brillante. Lo abrió con cuidado y encontró un viejo mapa dentro. El mapa mostraba un camino que llevaba a un lugar desconocido llamado "La Montaña de los Sueños".
Tomás, emocionado, decidió seguir el mapa después de la escuela. Al llegar a la escuela, no podía concentrarse en ninguna lección, ya que todo lo que quería era salir en busca de la Montaña de los Sueños. Finalmente, sonó la campana que anunciaba el fin de las clases. Tomás corrió a casa, dejó su mochila e inmediatamente se puso en marcha, siguiendo el mapa con entusiasmo.
El camino hacia la Montaña de los Sueños resultó ser desafiante, con obstáculos que Tomás tuvo que superar. Llegó a un río caudaloso, trepó una colina empinada y atravesó un bosque oscuro. Pero en cada desafío, Tomás recordaba la razón por la que estaba en ese viaje: descubrir los secretos que se escondían en la Montaña de los Sueños.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegó a la cima de la montaña. Lo que encontró allí fue más hermoso de lo que jamás podría haber imaginado. Flores silvestres de colores brillantes, árboles frondosos y un cielo azul sin fin lo rodeaban. Pero lo más asombroso de todo fue encontrarse con un anciano sabio que vivía en la cima de la montaña.
"¿Qué te trae hasta aquí, joven aventurero?", preguntó el anciano con una sonrisa amable. Tomás le contó cómo había encontrado el mapa y los desafíos que había superado para llegar hasta allí. El anciano asintió con admiración y le dijo a Tomás: "Has demostrado valentía y determinación al llegar hasta aquí, y eso merece una recompensa. La Montaña de los Sueños guarda tesoros especiales para aquellos que buscan con el corazón puro y la mente abierta".
El anciano le regaló a Tomás una pequeña semilla y le explicó que, si la plantaba con amor y cuidado, crecería en el árbol de los sueños, capaz de conceder deseos a quien lo necesitara. Tomás agradeció al anciano y regresó a su pueblo con la semilla en la mano y el corazón rebosante de gratitud y emoción.
Desde ese día, Tomás cuidó la semilla con amor y paciencia, y vio cómo crecía un hermoso árbol de los sueños. El árbol se convirtió en un símbolo de esperanza y bondad para todo el pueblo, y cumplió deseos que ayudaron a mejorar la vida de todos. Tomás aprendió que los verdaderos tesoros no siempre se encuentran en cofres brillantes, sino en el camino hacia ellos y en la forma en que se comparten con los demás.
FIN.