El tesoro del campo



En una tierra lejana, vivía Noé, un hombre quien amaba y obedecía a Dios. Noé tenía una familia grande, con tres hijos: Juan, María y Lucas. Juntos trabajaban en el campo sembrando maíz, trigo y vegetales. Todo iba bien, hasta que un verano muy seco llegó a la región. El sol ardiente quemaba la tierra, y las plantas comenzaron a marchitarse. No llovía, y la cosecha estaba en peligro. Los hijos de Noé, cansados y preocupados, comenzaron a renegar de Dios.

Noé les habló cariñosamente: "Mis queridos hijos, entiendo que estén preocupados, pero no podemos renegar de Dios. Sigamos siendo obedientes y trabajemos con más empeño que nunca. El trabajo en el campo es nuestro tesoro, y nuestras oraciones serán como gotas de lluvia que regarán nuestros corazones y nuestra tierra." Los hijos de Noé no entendieron en ese momento, pero decidieron seguir trabajando duro, aún sin ver resultados inmediatos.

Una mañana, cuando el sol recién despuntaba, Noé encontró a Juan, María y Lucas en el campo, mirando al cielo con asombro. ¡Estaban viendo nubes! Las nubes se acumulaban lentamente, cubriendo el cielo, y pronto la lluvia comenzó a caer. Noé exclamó: "¡Gracias a Dios! Nuestras oraciones fueron escuchadas." La lluvia regó la tierra sedienta, y las plantas comenzaron a revivir. La cosecha se salvó.

Después de esta experiencia, los hijos de Noé entendieron que, incluso en los momentos difíciles, debemos ser fieles, obedientes y perseverantes. Aprendieron que la fe, la perseverancia y el trabajo duro son tesoros en cualquier circunstancia. Noé los abrazó con amor y les dijo: "Recuerden siempre, hijos míos, que la fe mueve montañas y que, unidos y fieles, siempre podremos superar cualquier desierto en la vida."

FIN.

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