El tesoro del corazón
Había una vez una familia de ositos que vivía en el bosque. Estaba compuesta por Papá Osito, Mamá Osita y sus tres hijos: Oso Mayor, Osa Mediana y Oso Pequeño.
Los ositos eran muy juguetones y siempre estaban buscando aventuras. Un día, mientras caminaban por el bosque, los ositos encontraron un mapa antiguo que mostraba la ubicación de un tesoro escondido. Estaban emocionados y decidieron emprender la búsqueda del tesoro juntos.
Los ositos siguieron las indicaciones del mapa y llegaron a una cueva misteriosa. Entraron con cautela y se sorprendieron al encontrar un montón de objetos brillantes y coloridos. Parecían ser tesoros antiguos. De repente, escucharon un ruido proveniente de adentro de la cueva.
Era un oso gigante que parecía ser el guardián del tesoro. Los ositos temblaban de miedo, pero recordaron lo valientes que eran y decidieron enfrentarlo. "¡No nos asustarás! Somos valientes como nuestros padres", dijo Oso Mayor con determinación.
El oso gigante se sorprendió al escuchar esto y les sonrió amablemente. "Nadie ha sido tan valiente como ustedes para enfrentarme", respondió el guardián del tesoro.
El guardián les explicó que los objetos brillantes no eran solo tesoros materiales, sino también tesoros emocionales: amor, amistad, alegría y generosidad. "Cada uno de ustedes tiene dentro de sí estos tesoros", dijo el guardián mientras señalaba a cada osito.
"El amor de Papá Osito, la amistad de Mamá Osita y la alegría que comparten entre ustedes tres". Los ositos se miraron unos a otros con asombro. Nunca habían pensado en sí mismos como tesoros vivientes. "¿Cómo podemos compartir nuestros tesoros con los demás?", preguntó Oso Pequeño curioso.
El guardián explicó que podían compartir sus tesoros siendo amables con los demás, ayudando a los necesitados y mostrando gratitud por las cosas buenas de la vida. Desde ese día, los ositos entendieron el verdadero valor de los tesoros emocionales.
Comenzaron a ser más amables con sus amigos del bosque, ayudaban a construir refugios para aquellos que no tenían hogar y siempre expresaban su gratitud por las aventuras y momentos felices juntos.
Con el tiempo, la noticia sobre los ositos generosos se extendió por todo el bosque. Los animales del lugar comenzaron a acercarse a ellos en busca de consejos y apoyo emocional. La familia Osito estaba feliz al ver cómo sus acciones positivas impactaban en la vida de otros animales.
Aprendieron que compartir sus tesoros emocionales era aún más valioso que cualquier tesoro material. Y así, la familia Osito continuó viviendo aventuras emocionantes mientras compartían amor, amistad y alegría con todos aquellos que conocieron en su camino.
FIN.